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13 Las sombras de Cervantes y Cisneros son alargadas
Mientras el tren de cercanías se deslizaba con rapidez por las vías, apenas podía ver una cortina de niebla tras la cual se vislumbraban de trecho en trecho las moles cuadradas e informes de las naves industriales. Parecíase en esto, por principio, y en muchas otras cosas que luego fui descubriendo a lo largo del día a la tormesina Salamanca. Cuando la voz enlatada anunció por los altavoces la parada en Alcalá de Henares, bajamos cansinamente del artefacto y, saliendo por las puertas mecánicas, echamos a andar con el ansia de conocer una nueva ciudad.
Quizá la calle de la Estación, arteria de comunicación entre las vías del tren y el corazón de la villa, podría tener remedo en la de nuestra capital charra, pero esto sólo es achacable al azar constructivo común al resto de España en el último siglo y no a paralelismos históricos fácilmente identificables. Un único edificio llamó mi atención en aquel mar de inmuebles anodinos de los barrios nuevos. Construido en ladrillo y con aires de cuento, el palacio Laredo se me antojaba más propio de Las mil y una noches que del lugar que ocupaba, engullido por casas de pisos de ropa tendida y balcones ahumados de contaminación. Oculto entre ellas, el ahora Museo Cisneriano fue soñado y hecho carne, más bien madera y ladrillo, por capricho del arquitecto Manuel José Laredo y Ordoño a finales del siglo XIX en medio de una campiña hoy desaparecida. De estilo neomudéjar el pequeño palacete, mitad mezquita por su minarete y mitad casa de cuento, es un ejemplo más de la influencia del estilo Arts&Crafts inglés en la arquitectura española que tan buenos edificios inspiró en Cataluña.
Mas a Alcalá no se la conoce por el neomudejarismo y así el Palacio Laredo se sale de los esquemas de esta ciudad culta y universitaria cuyas calles fueron holladas por la burocracia de la monarquía más poderosa de la tierra allá en la Edad Moderna. Nuestros pasos, al igual que los suyos, nos guiaron por la calle porticada más larga de España dividida en dos tramos, calle Libreros (¿nos suena de algo?) y calle Mayor, hasta la catedral de los Santos Justo y Pastor. Entre la niebla su torre apenas lograba destacar de la masa blanquecina en que se había transformado el cielo. Un mercadillo medieval, en ese momento de la mañana cerrado y falto de público, ponía un acento de abandono en una plazuela a otra hora bulliciosa. El templo gótico tardío, de factura debida al arte de los Egas y dimensiones modestas, no lograba ponerse a la altura de las sedes catedralicias castellano leonesas y es que hasta el siglo XX no alcanzó la categoría de tal. En todo caso, su importancia no la otorga el tamaño ni la riqueza, sino su naturaleza: sólo existe otro templo magistral (todos sus clérigos deben poseer el título de profesores universitarios) en el mundo, San Pedro de Lovaina en Bélgica. La sombra de Cisneros es alargada en Alcalá de Henares y ya empezábamos a sentirla. A su empeño se debió la creación en la villa, señorío de los arzobispos de Toledo, de una universidad al estilo salmantino y de un templo con categoría sin igual en los dominios hispánicos. Del Papa León X consiguió Cisneros el título de magistral para su iglesia en 1519.
Al salir de la catedral magistral, nos dirigimos aún envueltos de niebla al edificio universitario dejando a un lado el Colegio de los Irlandeses, hermano del de la ciudad del Tormes. La fachada de la Universidad, espléndida, se nos hace familiar a los salmantinos y es que se debe a la mano de Gil de Hontañón, el mismo maestro cantero y arquitecto que diseñó el Palacio de Monterrey de Salamanca, entre otros magníficos ejemplos del renacimiento español. Su magnificencia se explica en parte por el hecho de ser erigida en un plazo de quince años. El cardenal Cisneros, ante las prisas por ver antes de morir su universidad constituida, alojó a ésta en un edificio modesto en el mismo losar que el edificio actual, similar a los que aún se pueden ver repartidos por la ciudad. Fernando el Católico, al comprobar tan insigne contenido en tan pobre y humilde continente, ordenó que se encargara la solemne y hermosa fachada que hoy vemos, pero la Parca segó la vida de ambos antes de verla concluida. Tras el rico tapiz de Hontañón, tres patios se desplegaban ante nosotros: el primero, el Patio de Escuelas, diseñado por Juan Gómez de Mora en el siglo XVII, me asombró por una austeridad de líneas que le hicieron constar durante mucho tiempo entre las obras de Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial; el segundo, el Patio de los Filósofos, destacaba por su pobreza y humildad, y el tercero, el Patio Trilingüe, da acceso al famoso paraninfo, escenario de entrega anual del Premio Cervantes de Literatura. Da escalofríos pensar que lo mismo que entre sus muros estudiaron o enseñaron personajes de la talla de Nebrija, Cervantes, Quevedo, Calderón, Lope o Jovellanos, por obra y gracia de la desamortización su paraninfo acabase convertido en establo.
A nuestra salida del paraninfo, los tímidos primero y rotundos después rayos de sol comenzaron a ganar la pugna a la niebla y las crujías del severo patio de escuelas se animaron con unas danzas de juegos y sombras muy agradables a la hora de tomar unas fotos. Era ya hora de pasear por la Plaza Mayor o Plaza de Cervantes, un rectángulo de grandes dimensiones al aire libre ocupado en ese momento por una inoportuna carpa navideña que ocultaba su inmensidad ante nuestros ojos. A mi mente surgió el recuerdo de la Plaza Mayor de Medina del Campo y se asimiló con ella. Pensé que quizás Alcalá de Henares se podía construir con distintas partes de otras ciudades: la plaza de Medina del Campo, la universidad de Salamanca y las calles porticadas de Medina de Rioseco.
Regresamos a la calle Mayor porque en ella se enclavaba una casita que habíamos dejado de lado y que no era otra que la Casa Natal de Cervantes. Muchas sombras son alargadas en Alcalá, como hemos visto, pero lo son más las de Cisneros y Cervantes. En su frente, sentados en un banco al modo y manera de los jubilados, dos personajes literarios imprescindibles departían de gigantes, caballeros de lanza en ristre y damas en franco peligro. No pude por menos que inmortalizar el momento. La Casa Natal de Cervantes es una recreación moderna de una casa típica del siglo XVI, con sus dependencias y patios, mobiliario y enseres; un viaje en el tiempo de agradable recorrido con vuelta a la realidad con sólo trasponer sus puertas.
Muchos otros son sus edificios dignos de visita, como el Alcázar, los conventos y las iglesias, pero no quiero cansar al lector. Sólo diré que, como en Salamanca, también moró en ella Unamuno y en honor a él existe una placa que así lo demuestra. Las sombras de Cervantes y Cisneros son alargadas en Alcalá de Henares, pero no lo son menos que la de nuestro insigne rector don Miguel de Unamuno en la ciudad del Tormes.
Carmen Cascón Matas
- Cuando un votante del PP ve
hace 7 horas 10 segs - Pues a ver si dimiten
hace 21 horas 45 mins - Pero esto no era un invento
hace 1 día 4 horas - Pues yo no lo he escrito
hace 1 día 4 horas - Están rezando para que haya
hace 2 días 2 horas - Cuidado que esta Puri al
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hace 3 días 18 horas - 5 de marzo a las 19:50
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Gracias Carmen por tus ofrecernos tus conocimientos. Es un auténtico placer leerte. Esta serie de artículos es lo único que se salva en esta página.
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