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12 Bejaranos ilustres: D. Julián Casas del Guijo "el Salamanquino" (II). El torero
D. Julián Casas del Guijo “el Salamanquino” (II). El torero.
El toreo a pié surgió en el siglo anterior al de Julián Casas, cuando la nobleza se retiró del ruedo donde celebraba el toreo a caballo, siguiendo a su rey versallesco Felipe V que consideraba la fiesta un espectáculo bárbaro y cruel.
El pueblo aprovechó esta oportunidad para saltar a la arena, apoderarse del coso y ejercer el protagonismo, creando la modalidad de toreo que hoy conocemos; si bien es verdad que estas primeras celebraciones fueron tumultuarias, sin orden ni reglas. Primero intervenían los varilargueros, los llamados “conocedores” y los mayorales de las ganaderías. Luego, en medio de este barullo, la autoridad se veía obligada a recuperar el espacio festivo, incluso con la ayuda de un piquete de tropa, para que entrasen los toreros que lidiaban según la oportunidad que les surgía y practicando sólo la suerte que mejor conocían.
La situación cambió radicalmente con el sevillano Joaquín Rodríguez "Costillares" (1729, 1743 o 1746?-1800), hijo y nieto de toreros que creó la estructura de la corrida moderna al sistematizar y reglamentar el toreo a pié:
* Organizó las cuadrillas de toreros, que antes se contrataban por la empresa de la plaza, disciplinando su actuación y sometiéndolas a las órdenes del matador que se convirtió en el patrón y director de la lidia.
* Estableció los tercios de la lidia: el de varas, de banderillas y de muerte.
* Regularizó (algunos dicen que inventó) la suerte primordial del toreo de capa: la verónica.
* Mejoró el uso de la muleta dotándola de eficacia para la lidia y de hondura artística.
* Inventó la estocada a volapié para entrar a matar, humillando al toro con el capote y yendo hacia el mismo con el estoque hacia el hoyo de las agujas.
* Modificó el vestido de torear estableciendo la chaquetilla bordada, con galones de oro para los maestros y de plata para los subalternos, el calzón de seda y la faja de colores.
Durante las tres primeras décadas del siglo XIX, que corresponden con la infancia de Julián Casas en Béjar, hubo un periodo de decadencia muy fuerte en la fiesta. El declive se debió a la conjunción de varias causas, una fue la prohibición de celebrar corridas de toros o novillos en todo el reino dictada en 1805 por el rey Carlos IV. Otra fue la guerra de la Independencia que comenzó tres años después de esta prohibición, aunque José Bonaparte la levantó e incluso hizo al principio que las celebraciones fuesen gratuitas, pero no había ganaderías ni un ambiente propicio para la fiesta. Según cuentan los entendidos, la tercera causa, pero no menos importante, fue que durante esos años no hubo un torero con personalidad en los ruedos que atrajera al público, como lo habían hecho los grandes maestros retirados: "Costillares" y Pedro Romero (1754-1839). Los que surgieron durante el primer tercio del siglo XIX no dieron ninguno la talla de “figura”, como el caso del pintoresco y famoso "Tragabuches" que apuntaba grandes dotes de matador y acabó finalmente de bandolero muy temido por las sierras de Andalucía junto a los Siete Niños de Écija.
Este panorama taurino cambió a mejor en 1830, cuando Julián tenía 12 años y andaba todavía por nuestra ciudad. El nuevo rey Fernando VII quiso acabar con la decadencia de la fiesta y encargó al conde de la Estrella, que era un gran aficionado a las corridas, la creación de una Escuela de Tauromaquia que se abrió en Sevilla bajo la dirección precisamente del rondeño Pedro Romero que ya contaba con 76 años.
La escuela no tuvo mucho éxito y se cerró en 1834, poco después de que muriese el rey Fernando VII; pero dio tiempo a que de ella surgieran los que se conocen como “figuras” de la primera mitad del siglo XIX y que fueron los compañeros de nuestro paisano Julián Casas: "Paquiro", "Cúchares" y "Desperdicios". Gracias a la escuela sevillana, estos grandes toreros recibieron formación y técnica, que es lo que le faltó a Casas para poder convertirse él también en un torero de antología, y así pasar a la posteridad como uno de los grandes del arte de la Tauromaquia.
Francisco Montes "Paquiro" (1805-1851) fue el torero que volvió a llenar las plazas y creó de nuevo la afición, fue el preferido de su maestro Pedro Romero. Era alto, fuerte y elástico, de largas patillas, el torero romántico por excelencia, un genio que descollaba en todos los estilos, podía ser dominador y sobrio como los rondeños o barroco y luminoso como los sevillanos; sin embargo, mataba atravesado y nunca consiguió corregir este defecto. Tomó la alternativa en 1831, en 1836 dictó un tratado de Tauromaquia, que todavía hoy se considera el código definitivo del toreo ecléctico y sus reglas han sido la base de toda la reglamentación taurina posterior, incluso revisó de nuevo el traje del diestro para presentarlo como un héroe sobre la arena. El traje de luces deriva de los vestidos goyescos, con inspiración en los trajes de gala de los oficiales del ejército francés.
De Francisco Arjona "Cúchares" (1818-1868), rival de "Paquiro", se dice que practicó un toreo efectista, colorista y fértil, que divertía con su estilo variado y saleroso y que era “generoso con los gustos del público, por más que pudieran ser inclinaciones vulgares”. Curro "Cúchares" tenía un gran conocimiento de las reacciones del toro y mucho valor cercano a la temeridad. Dejó como principal recuerdo el toreo de la muleta con la mano derecha, que apenas se practicaba antes de generalizarlo él.
En 1851, formando cartel con Curro "Cúchares" y Lucal Blanco, Julián Casas vino a torear a nuestra plaza de El Castañar siendo el alcalde de Béjar don Nicomedes Martín Mateos.
Cuando se retiró "Paquiro", su rival fue José Redondo Rodríguez (1818-51) "el Chiclanero", que era más sobrio y eficaz, más puro en la interpretación de las suertes, y, sobre todo, un colosal banderillero. El público estaba a favor de "Cúchares", mientras que el aficionado se inclinaba por "el Chiclanero". "Cúchares" fue el valedor de nuestro paisano Julián Casas "el Salamanquino" y durante mucho tiempo su maestro y luego compañero de lidia.
En 1835 Julián se quedó huérfano, vivía en Salamanca y asistía a la universidad en contra de su voluntad. Al verse libre del control de sus progenitores, abandonó definitivamente los estudios para dedicarse de pleno a su afición taurina. Decidió unirse a distintas cuadrillas de toreros modestos para recorrer con ellos las plazas de Toro, Palencia y Valladolid. Durante ese tiempo, destacó por el riesgo y la gallardía con que banderilleaba y por la facilidad que tenía en saltar la barrera de forma totalmente limpia (entre 1,50 y 1,60 m) sin apoyar manos o pies, lo que por lo visto encandilaba al público.
En 1838, lidió por primera vez en Salamanca como banderillero en la cuadrilla de José de los Santos. El público le acogió con tal entusiasmo que durante mucho tiempo, los toreros que quisieron triunfar en esta plaza, tenían que llevar en su cuadrilla a Julián. Una de esas tardes, le vio torear el empresario Antonio Palacios que le contrató para la plaza de Madrid porque le gustaron mucho su valentía y habilidad, cualidades que mantuvo durante toda su carrera.
Hasta 1841 participó en los ruedos de Castilla y del norte de España al lado de matadores como Juan León, Juan Pastor y "Cúchares" en calidad de medio espada y banderillero. Posteriormente, al ver como agradaba al público el coraje de Casas, "Cúchares" le llevó de media espada por varias plazas de Extremadura y Andalucía, lo que le sirvió a Julián para ir conquistando triunfos, simpatías y crédito también en las plazas del sur, en donde no solían gustar y triunfar los toreros castellanos. Sin embargo, Julián tuvo la virtud de que siempre fue bien acogido y apreciado por toda la afición, tanto del norte como del sur, durante toda su vida.
En 1846 su figura estaba ya reconocida porque participó junto con los dos grandes de la época, "Paquiro" y "Cúchares", en la corrida real celebrada el 11 de octubre con motivo de la boda de la reina doña Isabel II con don Francisco de Asís. Frente a las dos figuras poseedoras de conocimiento y perfección en la ejecución del toreo, Julián Casas destacaba por sus buenas facultades físicas, su gallardía, su valor y por el riesgo y la originalidad con las que ejecutaba las suertes llenándolas de emoción.
A lo largo de ese año recorrió toda España interviniendo en muchas de las corridas importantes. "Cúchares" le animó entonces a que tomara la alternativa, que tuvo lugar en Madrid en 1847 cuando Julián tenía veintinueve años. A partir de este momento, Julián Casas toreó sin cesar y con éxito en todas las plazas, importantes y menores, siendo ya parte del cartel de las grandes figuras y las mejores corridas.
Por ejemplo, en abril de 1849, don Juan Miura presentó oficialmente sus toros por primera vez en Madrid y Julián participó en el evento, alternando en esta corrida junto a "Cúchares" y Manuel Arjona. En 1851, formando cartel con Curro "Cúchares" y Lucal Blanco, Julián Casas vino a torear a nuestra plaza de El Castañar siendo el alcalde de Béjar don Nicomedes Martín Mateos.
En 1853 inauguró la temporada taurina de Madrid junto a Cayetano Sanz, discípulo de "Cúchares", con el debut de la ganadería de don Vicente Martínez. En 1858, se organizó en Pamplona una corrida de diez toros, con la extraña particularidad de que además se lidiaron seis de ellos de dos en dos, a la vez, dividiendo el ruedo por la mitad; pues allí estuvieron juntos de nuevo en una mitad "Cúchares", mientras que en la otra toreaba Julián. En 1859 triunfó en la feria de Salamanca, otra vez junto a Curro "Cúchares".
En septiembre de 1862, "el Salamanquino" participó en la corrida inaugural de la cuarta plaza de “la Hoyanca” en Cádiz con toros de Balmaseda. Esta cuarta versión de la Hoyanca se hizo de madera en tan sólo veintiocho días con un aforo de 11.546 espectadores para que estuviera construida durante la visita a la ciudad de la reina Isabel II. En la inauguración, la reina llegó al festejo una vez comenzada la lidia, nada menos que con el cuarto toro, por lo que las cuadrillas tuvieron que interrumpir la lidia, salir y emprender de nuevo el paseíllo. En ese mismo mes, también Julián participó en otra corrida de inauguración, la de la plaza de Burgos. En 1863, con cuarenta y cinco años, se atrevió a lidiar con dos jóvenes que “venían pegando”, uno el hijo de "Cúchares" y el otro "Frascuelo", quién llegó a alcanzar la fama años después.
En 1871, con cincuenta y tres años, decidió que era el momento de “hacer la América” y se marchó a Perú con un contrato de 20 corridas en Lima, llevando a Gonzalo Mora y a Manuel Hermosilla en su cuadrilla. De nuevo, cosechó también grandes éxitos y obtuvo muchas ganancias. Durante el viaje en barco, de vuelta a España, cuenta el Sr. Hernández Girbal una anécdota que demuestra el temple torero de Julián. Por lo visto hubo una tempestad durante la travesía y el capitán ordenó que todos cogieran las cuerdas. "El Salamanquino", que no perdió la calma, cogió su guitarra y se puso a rasguear una malagueña. El capitán enfurecido le dijo: “¿Está usted loco?”, a lo que contesto el diestro: “No señor, pero como he oído esas voces de ¡Todo el mundo a las cuerdas!, yo me he cogido a éstas que son las únicas que domino”.
A su vuelta de Perú, Julián Casas fue dejando de torear paulatinamente, se retiró a Béjar donde inició la actividad de ganadero de reses bravas en las fincas que allí tenía. De todos modos, con sesenta años, quiso participar vestido de celeste y plata en la corrida real con motivo de las bodas de Alfonso XII con María de las Mercedes en 1878, saliendo al frente del paseíllo formado por los diecisiete diestros que participaron; pero tuvo que pedir al rey que permitiera que su toro fuese devuelto al corral ante la imposibilidad de matarlo.
Este hecho le dejó muy afligido, triste y con el mal sabor de irse con una mala faena después de una carrera llena de éxitos. A pesar de todo, el público le otorgó una de las ovaciones más grandes que recibió en su vida en memoria de quién había sido. Fue su última aparición pública.
Volvió a Béjar a dedicarse a su ganadería y a las tareas agrícolas de sus fincas, falleciendo cuatro años más tarde el 14 de agosto de 1882 a la edad de 64 años.
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