Bajo licencia de Creative Commons.
11 Un paseo por las calles de Barcelona
Hacía apenas un año que había visitado por primera vez “la ciudad de los prodigios” (bautizada así por el escritor Eduardo Mendoza en su novela homónima) y ansiaba volver a reencontrarme recorriendo sus calles y admirando sus imponentes edificios. Durante el duro invierno serrano mi imaginación volaba y me era imposible retener las imágenes pasadas grabadas en la retina mientras mis pasos me llevaban por las Ramblas, lejos del puerto, hacia el Paseo de Gracia. Y aquí me encontraba de nuevo, en una ciudad creada a partir de la superposición de restos de antiguas civilizaciones, de barrios que se alzaban devorando a otros anteriores, de cascotes sobre escombros.
El pequeño enclave medieval, asentado sobre las ruinas de un emporio comercial romano cuyos restos podemos aún ver en el Museo de Historia de la Ciudad en pleno barrio gótico, aún se conserva prácticamente intacto. Callejuelas estrechas nos aíslan de la populosa marea asfixiante del tráfico rodado mientras rebaños de turistas como nosotros se dirigen hacia los edificios ocultos -difíciles de hallar si no disponemos de un mapa a mano- de la Catedral o de Santa María del Mar, ejemplos ineludibles a la hora de iniciar nuestro acercamiento a la arquitectura gótica catalana. En este sentido, la ciudad condal tiene la virtud de disfrutar de tres catedrales a juicio de los propios barceloneses, aunque realmente una sola goce de tal privilegio: dos elevadas al cielo en la Edad Media (Catedral y Santa María del Mar) y una aún sin acabar (Templo Expiatorio de la Sagrada Familia). Las dos primeras inspiraron al genial creador de fantasías arquitectónicas cuyo recuerdo impregna la urbe entera: Antoni Gaudí. Objeto de peregrinación artística, turística y aun religiosa, su figura ha sido manipulada hasta la extenuación con fines a veces exclusivamente económicos, mezquino resultado para el mejor arquitecto español de todos los tiempos.
Hemos de admitir que Barcelona no sería lo que es sin sus edificios, clasificados como “modernistas” por aquello de incluirlos en algún cajón estilístico, aunque su arquitectura desborde con creces los parámetros marcados. Y es en el Barrio Gótico donde Gaudí aporta una de sus primeras obras de juventud: las farolas de la Plaza Real, espacio concurrido y acotado, de planta regular, lejos del caos callejero circundante. La única arteria que coordina el mar y el resto de la ciudad es la famosa Rambla, salpicada de sombras arbóreas bajo las cuales tienen lugar toda clase de actividades tradicionales: venta de flores y animales domésticos, exhibición de mimos y don Tancredos. Para los más atrevidos dejamos el barrio del Raval donde se asentaba en tiempos el barrio chino, lugar donde vendían sus encantos las prostitutas que sirvieron de modelo para “Las señoritas de Aviñón” de Picasso, y que, aún hoy, no ha lavado todavía su cara menos amable.
Sin duda 1888 se alza como una de las fechas clave para el engrandecimiento de Barcelona. Imaginémonos un enclave industrial y comercial en plena expansión desde el siglo XVIII, con una inmigración desde el campo bestial que hizo doblar su población en apenas 50 años, embebido en un espacio reducido al Barrio Gótico. Imaginémonos las fábricas textiles salpicadas dentro de los muros de una fortaleza a punto de estallar. Imaginémonos una marea humana apenas albergada en casas bajas, recrecidas gracias a la elevación de altillos, de desvanes y pisos agrandados chapuceramente. Imaginémonos a patrones y obreros machacados por las calles sucias a las que apenas llegaba la luz del sol por el incesante humo brotado de las chimeneas y por el crecimiento disparado de los edificios hacia lo alto. Las voces se alzaron y las piquetas acabaron por demoler la muralla que rodeaba a la asfixiante ciudad. La burguesía comenzó a construir El Ensanche de Ildefons Cerdá para lucir en él su nueva Barcelona, su próspera y cosmopolita ciudad surgida al calor de los paños y de la riqueza de Cuba, de la venta de esclavos, cacao y azúcar. Nada de callejones sin sol, nada de edificios destartalados. El pelotazo urbanístico se puso a la orden del día a la vez que se echaba un órdago a Madrid anunciando a bombo y platillo una Exposición Universal para el año 1888. Y la primera medida consistió en borrar de la ciudad uno de sus estigmas más dolorosos. La Ciudadela, fortaleza descomunal alzada en 1717 por Felipe V para controlar a sus habitantes tras los sucesos de la Guerra de Sucesión, se transformaría en la sede de la Exposición, previa cesión de la misma por el general Prim a la ciudad. La fiebre constructora y el dinero a espuertas les permitieron crear en pocos meses los pabellones, un gran hotel, la Estación de Francia, paseos marítimos y la famosa columna de Colón. Tras la exposición, de la cual pervivirían solamente algunos edificios, el turista moderno puede perderse en este espacio transformado en jardín, un símil del Retiro madrileño.
Entre 1888 y 1929 (fecha de la otra exposición universal celebrada en Barcelona) la burguesía transformó por completo la ciudad embelleciéndola y demostrando con ello su enriquecimiento fabuloso, sin tener en cuenta que las diferencias de clases se agrandaban a niveles insospechados. Mientras las familias adineradas acudían al Palau de la Música o El Liceo a disfrutar de Wagner y a lucir sus joyas y coches último modelo, los mendigos campaban por doquier, el obrerismo se aproximaba al anarquismo, las familias empobrecidas se hacinaban en el Barrio Gótico o vivían en masa en barrios enteros de chabolas en Poble Sec y Poble Nou. Las bombas y el pistolerismo se pusieron a la orden del día. Así no era extraño que los barceloneses anochecieran con la noticia de un fabricante acribillado a balazos y amanecieran con la de dos anarquistas detenidos y otros cinco muertos en una reyerta entre bandas, escaso maquillaje para la respuesta justiciera burguesa al primer envite. En la Semana Trágica la olla acabó por explotar; era inevitable, qué más da que fuera el motivo la Guerra de Marruecos u otro cualquiera. El Ensanche, lugar de lucimiento de artistas y familias adineradas, encerraba en sí mismo la tragedia. Hoy es agradable pasear por él, mas no dejo de pensar en aquella otra Barcelona de principios de siglo y en lo que les costó a unos y a otros la construcción de la Casa Batlló o de la Milá de Gaudí, la Amatller de Puig i Cadafalch o la Lleó Morera de Domenech i Montaner.
La guerra civil y la posguerra fueron crueles con Barcelona y quizá no volvió a levantar cabeza hasta las Olimpiadas de 1992, antiguo mecanismo de aires expositivos nuevamente reutilizado para volver al cosmopolitismo perdido mezclado con el nuevo valor en alza de Gaudí. Ahora ya no queda nada de la ciudad textil envuelta en humo, si acaso alguna chimenea perdida entre casas modernas, y sin embargo me atrae su historia quizá por las escasas similitudes entre la enorme urbe catalana y otra pequeña ciudad al sur de la provincia de Salamanca con pasado industrial, estrechas callejuelas y problemas obreros en otro tiempo cuyo nombre comienza por la misma letra “B”.
Carmen Cascón Matas
- Cuando un votante del PP ve
hace 7 horas 23 segs - Pues a ver si dimiten
hace 21 horas 45 mins - Pero esto no era un invento
hace 1 día 4 horas - Pues yo no lo he escrito
hace 1 día 4 horas - Están rezando para que haya
hace 2 días 2 horas - Cuidado que esta Puri al
hace 3 días 1 hora - En Bejar vamos a la
hace 3 días 1 hora - Qué sentido tiene gastar
hace 3 días 18 horas - Sí, la estación se
hace 3 días 18 horas - 5 de marzo a las 19:50
hace 3 días 19 horas
Estupendo reportaje,Carmen.
Muchos "barcelonins" pueden aprender cosas de su ciudad en él cómo yo he aprendido hoy. Se nota que has pateado la ciudad con gusto y te has zambullido en cualquier información caida en tus manos sobre la misma. Un artículo nada a la ligera. Felicidades!!
Por cierto, además de chimeneas quedan muchos espacios fabriles que, por suerte, se reconvierten poco a poco en espacios para otros usos. Muchos de ellos ligados al arte (museos y "fábricas de creación" para artistas nobeles de todo tipo).
Vega Gómez
Enviar un comentario nuevo