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11 Bejaranos ilustres: D. Julián Casas del Guijo "el Salamanquino" (I). Juventud
Con motivo de su ingreso en el CEB en 1994, don Florentino Hernández Girbal pronunció un discurso sobre “El Salamanquino”, del que me voy a servir ahora para contarles quién fue D. Julián Casas y, puestos a recibir préstamos, voy a utilizar también sus palabras para presentar a nuestro personaje:
“... ya sabía que en Béjar habían existido y existían filósofos, pintores, escultores, orfebres, escritores, músicos y poetas de mucho mérito. Esto demuestra que desde lejanos tiempos nuestra ciudad se vio mecida, no sólo por el rumor acompasado de los telares, sino por sus inquietudes culturales y artísticas, lo cual debe estimarse en lo que vale, que no es poco. Hay que laborar, si, pero al tiempo cultivar el espíritu. Y entonces supe que entre tantas figuras ilustres que dieron a Béjar lustre y tono, habíamos tenido un torero de renombre que rivalizó con los mejores lidiadores de su época.”
D. Julián Casas del Guijo nació en Béjar el 16 de febrero de 1818, su padre era un militar destinado en nuestra ciudad que se casó con una bejarana perteneciente a “una acomodada familia de fabricantes de paños”.
La situación en esos momentos era en Béjar, como en todo el país, muy cambiante debido a la cercana guerra de la Independencia y la llegada posterior al poder de Fernando VII. Las tropas francesas habían invadido Béjar en 1809 con 8.000 soldados, causando muertes, saqueos, desmanes y el incendio de la calle Mansilla. Con la llegada de las tropas de Wellington, los franceses abandonaron nuestra ciudad el 24 de diciembre de 1811.
A consecuencia de la constitución promulgada por las Cortes de Cádiz, leída al pueblo de Béjar desde un estrado junto a la torre de El Salvador, el 10 de agosto de 1812, por su corregidor interino don Juán de la Mata Rodulfo y otros dos ediles, todos los nobles del país, entre ellos la duquesa de Béjar doña María Josefa Alonso-Pimentel, perdieron la mayor parte de sus privilegios y derechos, como los que tenía la duquesa sobre nuestra ciudad y sus habitantes.
Dña. Mª Josefa había huido precisamente a Cádiz desde Madrid cuando entraron las tropas francesas y nombró desde Sevilla alférez de la villa a don Antonio María Olleros para que se hiciera cargo de la ciudad. Con la promulgación de la Constitución de 1812 llegamos a un momento crucial porque hasta esa fecha, el titular del ducado de Béjar había sido la autoridad absoluta, por encima del rey, en la ciudad y sobre todos los bejaranos.
El 13 de septiembre de ese mismo año de 1812, los ciudadanos de Béjar, con derecho a voto, eligen alcalde a D. Manuel Diego López, convirtiéndose en el primer edil votado por el pueblo
El 13 de septiembre de ese mismo año de 1812, los ciudadanos de Béjar, con derecho a voto, eligen alcalde a D. Manuel Diego López, convirtiéndose en el primer edil votado por el pueblo (el derecho a voto para todos los hombres fue aprobado el 9 de noviembre de 1868 y para las mujeres, es decir el sufragio universal, en 1934). El día 22, la nueva corporación anula todos los cargos públicos firmados por la Casa Ducal y el día 23 se suprimen en los edificios del consistorio todos los símbolos alusivos al ducado, incluso anulan con cincel los escudos ducales de la fachada exterior del Ayuntamiento grabados en piedra (todavía hoy se pueden ver así).
El 24 de marzo de 1814 regresa a España el rey absolutista Fernando VII desde Francia donde estaba prisionero. Mediante el decreto de 4 de mayo de 1814, menos de dos meses después de llegar, declara "nulos y de ningún valor ni efecto" tanto la Constitución de 1812 como todos los decretos promulgados por las Cortes gaditanas (posteriormente durante su reinado hubo varias idas y venidas en aprobaciones y derogaciones en distintos sentidos según la dominancia de los distintos grupos de presión y la conveniencia del monarca).
De esta manera, dos años después de la promulgación de la Constitución liberal, se restauraba la monarquía absoluta en España, recuperándose la sociedad del Antiguo Régimen imperante antes de los episodios de 1808. También se restablece la Inquisición y se devuelven gran parte de sus privilegios a la nobleza. A pesar de todos estos cambios, allá en el sur, la Duquesa mantiene su falta de interés en todo lo concerniente a los asuntos y gobierno de Béjar. Sigue sin aparecer (nunca llegó a venir a Béjar) y delega la gestión en don Manuel López Hontiveros, que ejerce de administrador local, tesorero y portavoz. Esta sensación de falta de autoridad lleva al Ayuntamiento, por su cuenta y sin autorización previa, a vender bastantes terrenos ese año: Navahonda, el Regajo de los Moros y la Centena entre otros, según registra el síndico Nicomedes Martín Mateos.
En este ambiente en ebullición que culminaría en la revolución de 1868, Julián Casas asiste a la escuela de enseñanza primaria en nuestra ciudad hasta cumplir los quince años, donde demuestra “despejada inteligencia y claro juicio”. Durante todos estos años de infancia desconocemos si se sintió atraído por los toros o si asistió a alguna corrida en la plaza del Castañar, que ya tenía la forma actual debido a la reforma que se le había hecho en 1711.
Fernando VII muere de forma repentina en 1833 y España entra en las guerras carlistas. El padre de Julián consigue el retiro del servicio activo y deciden trasladarse a Salamanca para que pueda ingresar en la universidad. Empezó a estudiar latinidad y filosofía, pero el padre falleció al poco tiempo y entonces Julián se consideró libre de toda disciplina, comenzando a frecuentar tentaderos y la compañía de los toreros que allí acudían. Cuando su madre se enteró de esas andanzas, recurrió a diversos argumentos, a familiares y a amigos para retirarle de este ambiente. Todos los intentos fracasaron y decidieron internarle en un correccional porque le consideraron un elemento peligroso.
A la salida de este centro, Julián volvió de nuevo a la universidad, si bien esta vez se decidió por los estudios de cirujano. De nuevo, otra circunstancia trágica se cruzó en su vida, en 1835 se desató en España una epidemia de cólera morbo, que se desarrollaba en contextos de insalubridad, hacinamiento de la población y falta de los servicios sanitarios básicos como alcantarillado, agua corriente y controles sanitarios de los alimentos. La madre de Julián fue una de las víctimas de la enfermedad.
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