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1 Bejaranos y Viajeros: Valeriano Salas y Rodríguez
Con este texto se inaugura la sección “BEJARANOS Y VIAJEROS”, fruto del acuerdo de colaboración entre el periódico digital Bejar.biz y el Centro de Estudios Bejaranos. En ella se pretende rendir un pequeño homenaje a algunos de nuestros paisanos, actuales o del pasado, que desarrollaron parte de su vida lejos de la ciudad y del país en que nacieron, independientemente de la época en que les tocó vivir.
En una serie de artículos que irán apareciendo periódicamente se reflejarán pequeñas biografías o relatos sobre estos viajeros, intrépidos la mayoría, con un estilo ligero alejado de los trabajos de investigación, para acercar el personaje a los lectores. Ojalá logremos despertar la curiosidad sobre ellos y las “aventuras” que vivieron más allá de nuestras fronteras.
VALERIANO SALAS y RODRÍGUEZ,
bejarano y viajero por el mundo.
Se ha querido iniciar la serie con uno de nuestros paisanos que, probablemente, haya sido el viajero bejarano que más se haya movido por el mundo, al menos hasta la época en que se generalizaron los viajes turísticos. Además, y dada su extraordinaria generosidad para con su pueblo natal, he creído que merecía figurar al frente de estas páginas.
Cuentan las crónicas que nació en Béjar el 23 de enero de 1898, aunque residió sólo unos pocos años en la ciudad, ya que su familia se trasladó a San Sebastián muy pronto. Allí cursó sus estudios y pasó una gran parte de su vida. Contrajo matrimonio con Mª Antonia Tellechea Otamendi, quien le acompañaría en sus viajes. Años después se instaló en Madrid por motivos de trabajo, y en 1947 fue nombrado Director del Archivo Fotográfico Hispánico del Ministerio de Asuntos Exteriores. Falleció en la capital el día 2 de abril de 1962.
Aunque no conocemos muchos detalles de su vida, sí tenemos constancia de dos de sus grandes pasiones: los viajes en general (con preferencia por países exóticos) y la fotografía. Ambas aficiones fueron de la mano en la mayoría de sus recorridos. La fortuna familiar, el dominio de varios idiomas y sus buenos contactos en el mundo diplomático le permitieron realizar sus deseos, superando las grandes dificultades que presentaban empresas de ese tipo en la primera mitad del siglo XX; pues aunque iban bien pertrechados, los viajes no estaban, ni mucho menos, exentos de peligros e incomodidades.
Imbuído de una mezcla de espíritu aventurero, propio de los grandes viajeros del XIX, y de curiosidad por las culturas menos conocidas, cruzó el África subsahariana en más de una ocasión, navegó por el Níger, atravesó las más recónditas regiones de Asia, los desiertos de Siria o las inhóspitas montañas de Afganistán, y visitó la cuna de remotas civilizaciones como Persia, la India, China o Japón. También recorrió los Estados Unidos de América, visitando sus Parques Nacionales y los territorios en que España dejó su huella de siglos. Muchos de estos viajes quedaron reflejados en diferentes artículos publicados en la Revista Geográfica Española, en los que dejó descritas sus impresiones sobre las costumbres y tradiciones de los pueblos por los que atravesaba, ilustrados con gran cantidad de documentos gráficos sobre los lugares visitados y sus habitantes.
Ese mismo espíritu, junto con la atracción por las culturas más o menos exóticas, se manifiesta en su afán de coleccionismo. Durante sus viajes adquirió una gran cantidad de objetos representativos del arte o la artesanía de aquellas culturas, formando una numerosa colección que luego legaría en parte a la ciudad de Béjar, su pueblo natal.
En algunos de sus escritos, especialmente los de los años treinta y cuarenta, se percibe una especie de orgullo patrio por el que nuestro protagonista se muestra dispuesto a superar grandes dificultades para demostrar el valor de “lo nuestro” frente a “los otros”. No hay que olvidar que fue un hombre cercano al régimen de Franco, quien le apoyó en todo momento en la publicación de la Revista Geográfica Española, fundada en 1938 y dirigida por él durante largos años. Revista que realizaba “una magnífica labor cultural y una meritísima propaganda de España en el extranjero”, según sus propias palabras.
Precisamente ese prurito le movió a realizar en 1936 un viaje de varios meses desde San Sebastián a la India por tierra, embarcando únicamente para cruzar el Bósforo. Según un anuncio que aparece en la revista, sólo los neumáticos Firestone Hispania, de fabricación nacional, “hubieran podido resistir las dificultades materiales de tan durísima prueba” ¡En esos años! Con este itinerario, Valeriano Salas trataba de emular a la Expedición Citroen al centro de Asia, la famosa “Croisiere Jaune” del año 1931, cuyos componentes prefirieron realizar el viaje de Francia a Siria en barco, evitando así las grandes dificultades que suponían cruzar por tierra la parte asiática de Turquía. El estallido de la Guerra (in)Civil les sorprendió en Cachemira, truncando parcialmente el proyectado viaje y acelerando el regreso.
Valeriano Salas perteneció también a la Asociación de Amigos de los Castillos, de la que fue socio fundador y vicepresidente en los primeros años, y donde publicó algunas de sus fotos.
De alguna manera mantuvo los lazos con su ciudad natal, donde conservaba contactos y amistades. Supongo que fruto de ellos serían algunos de los anuncios que aparecían en la Revista Geográfica Española. Desde su patria chica, y abriéndose camino en el resto de España, la fábrica Navamuño, perteneciente a Francisco Gómez Rodulfo, ofrecía sus productos, “altas novedades de estambres para trajes. Gabanes y géneros finos para uniformes”, al igual que lo hacía el Sobrino de B. Matas desde Hervás, publicitando sus mantas, paños y novedades de estambre.
Fue un hombre culto y preocupado por la conservación del patrimonio español, además de generoso con sus paisanos, al donar al pueblo de Béjar las numerosas piezas y objetos artísticos adquiridos en sus viajes. Estos conforman el fondo principal del Museo de la ciudad, que fue valorado en 1966 en tres millones cien mil pesetas. Aunque, para ser justos, hay que reconocer a su esposa, Mª Antonia Tellechea, los esfuerzos que hizo para consolidar el deseo de su marido, que por lo prematuro de su muerte no tuvo tiempo de dejar escrito documento alguno en relación con sus intenciones.
Ella se ocupó de viajar a Béjar, ponerse en contacto con la Corporación municipal y realizar los largos trámites de la donación, y de cubrir económicamente una buena parte de los gastos de inventario e instalación de los fondos en la Casa de la Cultura. Gracias a ella los marfiles europeos y orientales, las porcelanas europeas, chinas y japonesas, y diversos cuadros de las escuelas flamenca, holandesa, alemana, francesa y española de los siglos XVI al XIX pueden ser visitados en el Museo que lleva su nombre, y que se encuentra ubicado en el Convento de San Francisco de Béjar.
Los documentos consultados sugieren una rica personalidad de esta pareja, apenas entrevista a través de los datos encontrados hasta el momento. Por eso intentaré seguir investigando para llegar un poco más al fondo de sus recorridos, las inquietudes que les movieron, el ambiente que les rodeó en aquellos años grises de la posguerra... Mientras tanto, invito a los lectores al disfrute tranquilo de contemplar un legado procedente de lejanas tierras que nos acerca a “otros” que se parecen a “nosotros” más de lo que indican las simples apariencias.
Lola González Canalejo
Centro de Estudios Bejaranos
Nota: Las fotografías se han tomado de diversos números de la Revista Geográfica Española y del Museo Valeriano Salas, de Béjar.
Agradezco a la Concejala de Turismo las facilidades que me ha dado para consultar los fondos y realizar el reportaje.
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Estimada Sra. Dña. Lola González, me pongo en contacto con Vd. para ofrecerle mayor información sobre la figura de D.Valeriano Salas.
Puedo hablar con propiedad pués me unen vínculos familiares con él. En la actualidad poseo la mayor parte de su colección fotográfica privada y profesional que siempre he conservado en optimo estado, aproximadamente unas 2.000 placas estereoscópicas, todas catalogadas y datadas de sus periplos africanos y Europeos.
Sin otro particular me pongo en contacto con Vd.en mi e-mail
Fernando Antonio Moreno (alfacentauri90@yahoo.es)
Sabed que llevo el apellido Béjar.
Lo mismo que algunos hispanos, muchos Latinoamericanos, muchos Filipinos, algunos norteamericanos...
Solo recientemente (aunque siempre lo sospeché), he sabido que el mío es un apellido chueta, marrano, judío, o como queraís llamarle, y ha creado una conmoción en mí, sobre todo al pensar que mis antepasados huyeron un día de este pueblo, para escapar de la muerte, de la hoguera, de la persecusión, de la segregación que ahí encontraron.
Todos los apellidos de mis antepasados son judíos. Señal inequívoca de que la España de los católicos les echó un día, para no volver. Así perdimos el derecho a ser Bejaranos y a ser españoles.
Tampoco somos judíos.
Pero ganamos el derecho de llevar el nombre de Béjar, con orgullo por el mundo.
¿Habéis reflexionado alguna vez sobre este holocausto, estimados Bejaranos?
Ana Béjar.
Me ha encantado esta sección. Felicitaciones para quienes participais en ella. Resaltar,en torno a la Revista Geográfica Española, que dío la palabra a personas como Juan Muñoz, quien escribió por ejemplo en el número 11 un artículo sobre la industria en Béjar. Tengo la suerte de tener varios ejemplares de los años 30-40 y no es tontería el decir que no tenía nada que envidiar al National Geographic.
Animo y enhorabuena.
Venancio Sánchez
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