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Un viaje a la Antártida, Territorio de Paz y Ciencia (II de 2)
Publicamos a continuación la segunda parte de la crónica del viaje a la Antártida realizado por Olga Hernández. Aquí tienen el enlace de la primera parte.
Por Olga Hernández Gautier,
con la colaboración de A.H.
(continuación)
La Antártida, un continente de las dimensiones de Europa, está recubierta de hielo en casi el 98% de su superficie, y tiene el clima más frío del planeta. Con temperaturas que han llegado hasta menos 89ºC y vientos en la costa de hasta 300 km/h, es fácil entender que ninguna civilización se haya instalado en esta tierra. Pájaros, pingüinos y otros mamíferos marinos viven en el borde del continente, pero, dentro de éste, todo es blanco y ninguna forma de vida visible existe, salvo la que protagonizan algunos hombres y mujeres que, en misiones científicas, llegan a la Antártida. No hay pueblos ni ciudades, solo existen lo que llamamos bases científicas; alrededor de setenta en todo el continente, de las que unas treinta y siete son permanentes y en las que un grupo pequeño de personas se queda durante todo el invierno, aislado del resto del mundo.
En el barco viajaban los invernantes de la base francesa de Dumont d'Urville. Toda una microsociedad en la que no solo había científicos. Para vivir un año en total aislamiento, la logística es muy importante y, además de los científicos, viajaban algunos mecánicos, un electricista, un fontanero, un cocinero, un panadero-pastelero, un ingeniero de telecomunicaciones, un médico, y hasta un gerente postal para contestar a los filatelistas del mundo entero.
Tuve la fortuna de poder quedarme en la base cinco días, y ver el trabajo de los meteorólogos y los glaciólogos. Cada día, a la misma hora, envían lo que se llama un globo sonda, que mide la temperatura, la presión y la humedad de la atmósfera. Los datos recogidos se transmiten, treinta minutos después del sondeo, a los servicios de meteorología del mundo entero y se integran en los modelos de previsión del tiempo. El azar hizo que pudiera dirigir uno de ellos a la atmósfera, con felicitación navideña incluida. ¡Llegó a 25.472 metros de altura! ¡Desde allí arriba, Béjar debe ser apenas un puntito!
También pude ver el trabajo de los ornitólogos que estudian los pingüinos Adelíes y Emperadores, y otros pájaros como los Petreles de las Nieves. Al llegar a la base, muchos de los pingüinos Adelíes estaban aún incubando los huevos. El último día, antes de volver al barco, pude contemplar el nacimiento de algún que otro polluelo. Estos pájaros, que no vuelan pero que son excelentes nadadores, nidifican alrededor de toda la base.
Desgraciadamente, supe hace poco que casi todas las crías acabaron muriendo de hambre, o ahogadas por las lluvias. Este año la banquisa no ha desaparecido frente a la base y ha obligado a los Adelíes a buscar comida a 40 km al norte. Muchos de ellos han muerto agotados, sin poder regresar para dar de comer a sus polluelos. Al mismo tiempo, este año hubo un récord de calor, hasta 7ºC el día de Navidad, lo que provocó la aparición de la lluvia, que ahogó o empapó a las crías de pingüinos. Con las plumas mojadas, la pérdida de calor es tan grande que acaban muriendo.
Muchos se preguntarán, ¿cómo es que hay más banquisa si hace más calor? ¿Dónde está el calentamiento global? Éste es, justamente, el responsable de su crecimiento. En 2010, una porción de un glaciar (el glaciar de Mertz) se fracturó, dando lugar a un iceberg que acabó encallando a pocos kilómetros de la base. Desde entonces, se funde poco a poco, enfriando las aguas cercanas a la base y provocando con carácter local, en estos últimos años, el aumento de la superficie de la banquisa. Ésta se forma entre -1.7 y -1.9ºC y es poco sensible a la temperatura del aire, a pesar de los elevados registros de temperatura de este año. La banquisa sigue así bloqueando la entrada a la base y alejando a los pingüinos Adelíes del mar y la comida.
¿Qué más contaros sobre lo que estudian los científicos en la base? Lo narrado son solo algunos pocos ejemplos. Aún sabemos muy poco sobre los océanos y los continentes, y tenemos que seguir trabajando para entender los diferentes procesos. Actualmente, a pesar de que la Antártida tiene un estatuto único, algunos países abogan por que se permita la exploración de los recursos mineros y pesqueros de este continente. Debido al potencial económico que conlleva, preservar este territorio, aún salvaje, es cada día más difícil. Tenemos que seguir luchando para que el espíritu del "Tratado Antártico" perdure y que este territorio continúe siendo, aún durante muchos años, un continente de paz y de ciencia.
Tuve la gran dicha de ver este continente y ese blanco infinito... Paisajes de una gran belleza difíciles de describir con simples palabras. Un sueño de infancia hecho realidad. Al regresar, no solo quiero recordar aquellos paisajes únicos y mágicos, sino también el lado humano de la misión: gente de orígenes e intereses diferentes, desde el marinero al cocinero, del científico al electricista, pero todos juntos en un mismo barco, en una misma tierra, en una misma aventura.
A esas veinticinco personas que, ahora y durante los ocho próximos meses, están y estarán aislados en esas tierras polares, les envío un recuerdo muy especial y el deseo de que pasen una "buena invernada". No siempre les será fácil, pero en ellos reside la mayor riqueza de estas aventuras polares.
- Muy buena idea! Hay que
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Me encanta.
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