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Un grillo en mi salón
La gastritis veraniega es lo que tiene, que te deja hecha polvo durante el día, pero por la noche, hay una hora mágica en la que el estómago está completamente agotado de machacarte, se olvida de ti, se duerme y te deja descansar. Entonces, en lugar de disfrutar e irme a la cama, como cualquier mortal en su sano juicio, yo aprovecho y empiezo a disponer de mi tiempo, de esas horas que el dolor de estómago me ha robado y que no estoy dispuesta a perder.
Cojo el portátil, despacio, silenciosamente para que ningún gnomo se despierte y comience con dolores y “aparatosidades”. Esta palabreja de significado dudoso y que se puede utilizar casi para cualquier ocasión, se la tengo que agradecer a mi amiga y compañera Elena, quien al verme subir unas empinadas escaleras, con bolso, carpeta, muleta y no sé cuantas cosas más me dijo: “…por Dios Marina como te aparatoseas”. Ni que decir tiene que se ha convertido en el verbo del verano, siendo utilizado por propios y extraños con mayor o menor acierto y, desde luego, con permiso de los puristas del idioma.
Pues bien, continúo después del paréntesis lingüístico. Según enciendo el ordenador suena un cri cri que me asusta haciéndome temer que algo le pasa a este cacharro infernal que tantos sustos me da… miro, remiro, al ordenador no le pasa nada, pero el cri cri sigue sonando, alborotando todo el salón. Parece el cantar de un grillo, pero, ¿qué hace un grillo en mi salón?
Me pongo a recordar cómo mis hijas han venido de una piscina y han entrado, soltando las bolsas, para saludar a esta madre dolorida y doblada por un estómago malandrín, cómo después había un poco de tierra en el suelo y supongo, que con la tierra, un grillito revoltoso y cantaor, como poco de flamenquito bichil, porque no calla el tío.
Aguanto un rato la compañía, pero mi estómago se despierta, mis oídos protestan y mi cabeza deja de prestarme ideas para escribir. Llamo a Ana, mi hija, que duerme a deshoras, como su madre, cuya paciencia infinita me ha sacado de más de un apuro y con una linterna diminuta, busca y busca debajo de los muebles, eso sí muerta de risa. El grillo que la escucha se calla vacilón. Parece que ahora, el grillo viajero suena en el balcón; la linterna alumbra y Ana aparta florecillas, geranios y demás hierbas , macetas, jardineras y cri cri, nada de nada. Una bandada de pájaros aletea sobre su cabeza y el grillo se silencia de nuevo.
Mientras, Alba se conecta , esta niña es un poco Búha, nadie sabe cuando duerme, para ayudar se parte de risa, en realidad no sabe si es cierto lo que le cuento o le estoy soltando un chiste. ¡Para soltar estoy yo!
- Mamá tienes dos opciones: o le invitas a una copa y que se quede contigo calladito o te acuestas y que cante sólo por los rincones
Efectivamente, no había otra; quise hacer oídos sordos a mi compañero de la noche. Pero ¿habéis intentado alguna vez no escuchar el canto de un grillo?
¡A la cama Marina! Vence el grillo y se queda con el salón.
Marina Hernández Martín “… En El Umbral De la Noche”
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Marina no nos defraudas en cada uno de tus articulos.Los que gozamos de tu amistad tenemos la gran suerte de que nos des un toque de poesía y humanidad a nuestras vidas, ya que conviertes la cotidianidad en algo especial; sigue la senda amiga y recuperate que te necesitamos enterita,no queremos estar mas en stock.
EDB
Después de mucha distancia, entro por aqui;
!!!oh, maravilla!!!!!ME PONGO VERDE DE ENVIDIA PORQUE TU GASTRISTIS SEA SÓLO VERANIEGA!! que suerte tienes, yo tengo el estómago revuelto fuera de temporada...
pero lo que ya no soporto es que encontraras un grillo de salón que te cante tan personalmente...pasa la receta del encantamiento porque me muero por ser tan "auténtica" y tan "aparatosea" como TÚ.
Gracias por estas risas...
Besotes
Gel
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