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Sol y nubes
Frente al balconcillo, dudé una vez más si asomarme desde el vértigo o simplemente, por prudencia, dar la vuelta y mantener fija en mi memoria la imagen de aquellos primeros de abril en que mi menudencia se convertía en una niña encantada…
Creo haber explicado la infinita felicidad que me producen mis soledades y esa extraña dulzura que me arrebata a solas conmigo, en una unidad con el aire, con el sol, sin tiempo ni espacio que despache por este caminar con preocupaciones y urgencias.
Esa lentitud, esa cadencia que me posee en los abriles, es harto conocida por ser otro tanto vivida a la vera de los muros salpicados de alhelíes, las margaritas en los prados, los pies descalzos y las violetas que bajo los ojos me pintaban la carita de republicana…
A medida que fui estudiando Latín, más y más me privaba a mí, aquello de la rex pública, cosa pública un gobierno por y para el pueblo como en la polis…
La influencia del color era importante
Rojo como la sangre, sin duda;
Dorado como la mies…, esas espigas movidas como melodías del Sordo Genial ante mis ojos y en lo más profundo de mi cabeza;
Violáceo, tenso como ojeras, fragante como violetas en los badenes de las cunetas.
… Tenia una bandera tridimensional propia, brillante y con sonido como jamás patriota hubiera soñado, me explico:
Durante mucho tiempo una mascota de feria acompañó mis días y mis noches, años atrás me regalaron un torito negro zaino, terciopelo sobre hojalata que saltaba sobre sí mismo en graciosas piruetas, después de darle cuerda como a un reloj.
La mariposa del enrollado para maniobrar, tan grande como la testuz, unos ojos redondotes cual lunares de bata de cola, saltones y laterales bajo cuernos de demonio y una hermosa lengua roja de trapo por donde yo le obligaba a beber sorbitos del río. Quizás lo más vistoso era sin duda una enseña Nacional, sobre el cuello, que yo, después de estudiar Historia, aderezaba con maña pinchando un ramillete de violetas con un imperdible sobre las coloridas franjas. Ahora sé que es lo más cerca que nunca estuve de la fiesta nacional, y la bandera republicana…
“El Carbonero”, que así se llamaba el morlaco, harto de caerse de mesas y balcones, se desfondó un día con sonido metálico enseñando con descaro la cuerda herrumbrosa por debajo de las tripas, cansado supongo del ridículo espectáculo de un toro amanerado al que jamás dejé mirar la luna, convencida como yo estaba de su peligrosa influencia…
Para encantamientos, bastaba uno, el mío.
El caso es que durante muchos años olvidé a Carbonero, tantos como he tardado en mirar de refilón la huerta de Atanasio, que era muy taurino, y detenerme a sopesar que faltan los alhelíes, las violetas y los lirios, que cortaron “el negrillo” pero sus retoños han convertido en selva los dos paredones donde yo leía historias republicanas y traducía frases de “Cicerone Consule”; por encima, la sombra del castillo convertido en instituto me recordaba que yo iba creciendo, sol y nubes…, exactamente igual que este abril a punto de finalizar…
Retumba el sordo y sus pastorales bajo mi pequeña frente a la que se empiezan a asomar cada vez con más frecuencia hilillos de plata fina, desde la ausencia de Victoria.
Encantada como de cuento, un año más, tengo una información dura, escasa y preocupante al asomarme a la balconada común.
Dudosa de nuevo, me pregunto cuántas miserias humanas negras como el carbón enfilan la situación, cuántos intereses particulares saltan como cuerdas herrumbrosas bajo las tripas de la ciudad estrecha.
“La táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer.
La estrategia, en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer”.
Savielly Tartakove
(Gran Maestro Polaco)
Lentamente pasan sobre mí y la rex pública, sol y nubes, y elijo, como tantas otras ocasiones, una novelita para el sol y para la lluvia, posan amables en mi pensamiento, páginas encantadas de ajedrez…
Pero admito que me cuesta mucho encontrar la verdad a esta anteriormente citada partida; blancas y negras, trebejos mezclados sin sentido bajo sol y nubes.
Gel Borrajo
(21 de Abril de 2009)
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gracias gel por regalarnos estas nubes de violetas en tiempos de tribulación
A medida que la niña se vestía de mujer, las huertas de la muralla crecían en su memoria y los lirios fueron ocupando su corazón.
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