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¿Semana Santa?
Quizás la peregrinación más famosa de la historia de Occidente es la que emprendió Jesús un día tal que hoy, Domingo de Ramos, por las calles de Jerusalén. Parece mentira que un hecho insignificante, protagonizado por un personaje de dudosa existencia real, haya preparado la que ha preparado a lo largo de los siglos. ¿Por qué las religiones se tienen que mostrar de manera siempre tan misteriosa? Tal vez por eso son religiones y no otra cosa. Se trata de un personaje del que se puede imaginar, como mucho, una cierta rebeldía contra el invasor romano, cuya historia se contó de aquella manera y solo muchos años después de su muerte, por fanáticos predicadores y con inventos vete a saber de qué calibre. ¿Por qué una religión que tiene como misión abarcar al género humano no se exhibe con normalidad, enseñando a todos el camino recto y por derecho en el comportamiento, y no se manifiesta a la vista de todos, sin tapujos ni rasgos esotéricos ni exotéricos? ¿Por qué tanto misterio para un proyecto eterno? Aquí hay gato encerrado.
En todo caso, hoy también se inician otras masivas peregrinaciones. Unas van camino de la playa, en busca del sol y de la arena, otras en busca de las procesiones. Esta ciudad en la que vivo, Béjar, se convierte también en alguna medida en parada y fonda para muchos exiliados que vuelven por unos días a llenar las calles y los bares. No importan las hileras de tantas carreteras, ni las filas de muertos. El ser humano cada día es más un ser viajero, un culo de mal asiento, un peregrino de no se sabe qué. Siempre vi dos hileras estos días en esta piel de toro. Una va lentamente detrás de los tronos y de los pasos, otra va igualmente lenta camino del océano.
No hace aún mucho tiempo que le oía decir a un sacerdote -recogía un premio en sede civil- lo importante que era que las procesiones contribuyeran a la llegada de visitantes, al auge del turismo y a que se llenaran los bares y los hoteles. Todo se mixtifica. La liturgia se somete al turismo y el turismo apoya la liturgia con tal de que deje perras.
Estamos en el siglo veintiuno. Algunos motejan a estos años de postmodernismo, de relatividad, de falta de verdades absolutas. En este río revuelto pesca todo el que puede, también los que aspiran a proclamar la falta de valores y la necesidad de cobijarse bajo su moral, como si fuera la única existente. Pero sorprende mucho que sean precisamente algunos de los que tanto critican esa falta de verdades absolutas los que mezclen parámetros y arremetan con todo cuando les favorece.
¿No podríamos separar las peregrinaciones? ¿No son fines distintos que se llenen los bares o que las procesiones se vean llenas de gente? ¿Son los mismos espíritus? ¿Era esa la intención en el origen, o acaso no salió el asunto a palos cuando se dieron juntos el dinero y el templo? Y, si sirve que el tiempo evoluciona, ¿por qué no sirve entonces para todas las cosas? ¿Por qué hay guardias civiles escoltando los pasos? ¿Quién los quiere robar? ¿Por qué los peregrinos penitentes no arrojan de su lado a esas figuras? ¿Por qué poderes públicos se suman a la fiesta? ¿En nombre de qué leyes y principios? Todo es alquimia y niebla, imposición y duda.
Aquí no se salva ni Dios de andar vagando errante por las calles. Otros van en pateras, surcando el horizonte. ¿Hacia qué paraísos? Los más van paso a paso, rueda a rueda y en orden, en un orden confuso e infinito. Menos mal que la Pascua anuncia primavera, exige la presencia de la vida, es una fiesta que alza las cosas al bullicio de la existencia. Todos procesionamos cada día, en busca de confusas estaciones.
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Sr. Turrión: ¿Cómo se iba a salvar precisamente Dios de andar vagando errante por las calles en esta fechas? Me encanta su artículo, los ha escrito usted muy buenos pero este se sale, y yo quiero creer que no le parece a usted del todo mal toda esta mezcla de religiosidad y negocio, (y también de ocio, que aunque etimológicamente parezca lo opuesto a negocio en este caso no lo es tanto). Bienvenida la Semana Santa para creyentes y no creyentes y que cada cual la celebre como quiera y pueda y que nos animemos un poco con un ambiente distinto en nuestra ciudad, que para ambiente decaído ya tenemos el resto del año. Unos con sus pasos y procesiones, otros con su playa y otros en bares y por la calle cada uno santifica la semana a su manera. A ver si la carretera no nos estropea (demasiado)las fiestas. Lo demás tiene remedio.
En el telediario, cofrades y seguidores de la semana santa de Sevilla, lloran desconsolados porque la lluvia no ha permitido sacar sus "pasos" en las procesiones. Me pregunto como el responsable del Departamento de Meteorología en el Cielo, no ha sido cesado después de que ocurra esto. Llama la atención, que precisamente los que tratan de homenajear en la tierra a Dios hecho hombre, se encuentren con estas dificultades atmosfericas. Fredi.
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