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Primer coloquio de “La literatura en Béjar de la A a la Z”
El pasado 11 de diciembre tuvo lugar en Bizarte el primero de la serie de encuentros “La literatura en Béjar de la A a la Z”, organizados y moderados por el poeta Antonio Gutiérrez Turrión, que resultó una amena y participativa tertulia que se extendió más allá de la hora prevista y que cumplió con creces el propósito de un repaso de literatura en la ciudad.
A continuación, reproducimos el texto publicado por Gutiérrez Turrión sobre esa velada.
BÉJAR SE DEDICA AL QUIJOTE
Asistí anoche, como coordinador, a un coloquio, charla o algo parecido, en el espacio cultural Bizarte. Sus gestores me han pedido que ordene y dirija otras reuniones que tendrán como misión revisar la creación literaria que guarda relación con la ciudad de Béjar.
Esta era la primera de cinco entregas y la dedicamos a la revisión del MECENAZGO literario en el ducado de Béjar, ese período que abarca los siglos XVI, XVII y XVIII. En esa época el nombre de Béjar aparece nada menos que al amparo de las plumas de Francés de Zúñiga, de Cervantes, de Lope, de Góngora, de Cristóbal de Mesa y de otros autores. Nada menos.
Mi intención, en forma genérica, era la de desmitificar, sin restarle importancia, a ese mecenazgo; la descripción de lo que en realidad significa la aparición del nombre de Béjar en estas obras; y la consideración de lo que hoy puede representar la existencia o no del mecenazgo literario.
Escasa asistencia, pero muy participativa. Ninguno de los que andan en bibliotecas, entre legajos u otros documentos, descubriendo la existencia de detalles que en poco o en nada modifican la realidad histórica y, en todo caso, que en casi nada trascienden hasta nosotros como seres receptores de los ejemplos anteriores. Cada cual sabrá cuáles son sus manifestaciones, sus preocupaciones reales y su escala de valores.
Esta ciudad en la que habito creo que tiene un concepto de su pasado muy alejado de la realidad. También en el terreno literario. Y me parece que algunos tenemos la obligación de poner ciertos límites a la nube y al sueño, para limpiar las telarañas de una pobre mitología que no conduce nada más que a construir castillos en el aire, que, después, terminan cayéndose solos ante cualquier vientecillo de verdad.
Es lo que sucede con todos los autores citados antes. Es muy probable, por no decir que es algo seguro, que Cervantes no escribió la dedicatoria de la primera parte de su obra (es más probable que lo hiciera el editor, como copia de otras tantas y por simple cortesía al pagador) y que el nombre de Béjar apenas represente la casualidad de que el prócer tuviera entre sus títulos el de duque de esta ciudad. Seguramente nunca pisó estas tierras y en nada conoció nada de su realidad. A decir verdad, la ciudad de Béjar no es la primera que aparece en la novela inmortal pues pertenece a sus preliminares obligados. Con estos paupérrimos datos, decir que Béjar es ciudad cervantina se parece mucho a formar el primer capítulo de la bejarauidad.
Algo similar ocurre con los otros autores. En la Crónica de Francés de Zúñiga, lo más próximo que aparece es el nombre del pueblo de la Calzada, y solo de casualidad. Góngora y Lope confunden las cuencas y entregan todas las aguas de nuestras sierras al Tormes, prueba de que en poco o en nada conocían de manera directa estos parajes, y solo Cristóbal de Mesa tiene conocimiento directo de los lugares.
Sin conocimiento directo, no sabe uno cómo y de qué manera vamos a poner voz o a darle algún protagonismo a Béjar y a sus tierras. Desde el sentido común sencillamente parece imposible.
Por lo demás, el tono exageradamente laudatorio de las pequeñas piezas de dedicatoria -obligado por otra parte, pues no es bueno morder la mano que te da de comer- pone en cuarentena la opinión de un lector neutro y avezado.
En fin, que es hermoso que el nombre de la ciudad aparezca cerca de obras tan importantes y de autores tan universales. Pero que es también de obligado cumplimiento que no exageremos los datos, porque son los que son y no son más. Lo demás es engañarse y engañar a los demás, es hacerse bejarauis en lugar de vivir como buenos bejaranos.
No ocurrirá lo mismo con los creadores literarios y Béjar en los siglos XIX y XX, pero eso es ya asunto para otro día.
Tal vez, en lugar de dedicarnos tanto a explotar las dedicatorias, deberíamos invertir un poco más de esfuerzo en la lectura y en el aprovechamiento de las obras. Como dijo muy acertadamente alguien en la reunión, Cervantes no dedicó el libro a Béjar -si acaso a su duque, porque le pagaba la edición-, pero Béjar sí puede dedicarse al Quijote. A su lectura, a su comentario, a sus enseñanzas y a todo el universo que en él se halla contenido.
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