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Nana en/cantada
Al arrullo del corazón se desparrama el “arruyo”, éste distinto, que es como el otro pero como en canto de agua…, más arroyo.
Todas las Navidades entono una nana frente a un niño plácido, de pesebre. Sospecho que al cantar, en realidad deseo que todos los niños sean plácidos…
En pasados episodios NAVIDEÑOS, recuerdo un “nacimiento” amplio, tan largo y ancho como el alféizar de la ventana, cuajado de figurillas: el portal techado, el río plata y el puente de madera firmemente anclado de orilla a orilla… hermoso.
Un caballito trotón cruzaba aquel vergel de musgo recién sembrado, sorteando caminitos de ceniza y arena.
Plantada frente a él, repetía una y otra vez, en voz muy queda, un soniquete de villancico, melodía que la radio no paraba de zumbar durante todo el día.
Tenía tal afición a contemplar mi particular Belén que sólo en contadas ocasiones veía su realidad en toda su crudeza.
Alguna vez acertó un rayo audaz sobre el caballo de latón. Ligeramente oxidado el corcel, se mantenía a duras penas sobre sus dos únicas patas que simulaban ser cuatro…
Mi única figurilla real, las demás todas imaginadas, salvo el chozo techado y el puentecito de palos… caminitos a belén con necesidad en el bolsillo y el sonido de la radio acompañando…
Después, otros años, sí que llegaron paisanos de barro sobre el paisaje detenido.
Estas fechas se me antojan “trotonas” como el caballito de lata, brillando todas las carencias de la ciudad estrecha, cuando el rayo acierta a enseñarme la realidad cruda, ciñendo la placidez del niño en el pesebre.
Cada año canto menos, pero sigo escuchando la radio, y recuerdo mi jamelgo de latón mientras espero otra vez el rayo.
SIEMPRE viene, puntual a la cita, el escaso sol de invierno prende en mí, deslumbrador, su luz sobre las realidades… y yo, agradezco que al menos una vez al año, me impida soñar.
… Algo sí canto, en realidad llevo años que arrullo, junto al arroyo, mi arruyo para el niño plácido…, lo tomo en mi regazo con ternura, entono el coro de esclavos del “Nabucco” de Verdi…
Quedo,
suave,
muy despacio,
… y los dulcísimos párpados blancos del niño llevan caballitos de latón trotando a raudales sobre el verde detenido…
Es mi nana, mi canción de cuna para las renuncias y los bolsillos llenos de toda clase de necesidad…
Va pensiero… vuela, vuela pensamiento…
ASÍ, CANTO DE LIBERTAD.
Así he dormido siempre a mis hijos, niños plácidos frente a la vida, a pesar de la continua Navidad “des/en/cantada”.
Gel Borrajo
(Diciembre 20 de 2009)
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No, no dejes de cantar y arrullar con tu canción. No te des-en-cantes. Siempre habrá un niño sonriendo y esperándote.
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