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IKEA, ese universo absurdo
Este fin de semana he estado en Sevilla, disfrutando de la luminosidad de las ciudades del sur. Esta capital, cuenta con una belleza natural, aunque supongo que cuidada con mimo por sus gobernantes. Felices paseos, agradables fiestas familiares. Todo perfecto. Hasta aquí el cuento de hadas.
Fue al regreso, cuando mi querida prima, que por ser la pequeña de la familia, caprichosa y malcriada por todas nosotras, siempre se sale con la suya. Decide que tiene que pasar por Ikea para comprar no sé que cosas imprescindibles y ventajosas. Pensamos que no hay mal en ello, total no tenemos prisa. Como al parecer este lugar de ensueño y encanto tiene hasta cafetería decidimos desayunar allí y después el que quiera emprende compras y demás banalidades.
Primer susto; ¡Una inmensa cola para recoger la bandeja e intentar comer algo! Bueno, no pasa nada, total no teníamos prisa. El café, agua, los churros plástico y los huevos revueltos con batidora, parecían flanín del niño.
A estas alturas ya habrán averiguado que yo no había ido nunca a Ikea, NUNCA, ya sé que parezco extraterrestre, pero esos lugares enormes, de paredes estrechas y gentes anchas, me agotan física y mentalmente.
Por lo cual decidimos esperar a los compradores en la estupendísima cafetería donde puedes tomar toda la coca cola que quieras, aunque en realidad es un líquido negruzco con sabor a no sé que.
Lo mejor, la charla, en la que me recuerdan que en este fantástico lugar no puedes dirigirte donde tú quieres, sino que debes hacer el circuito completo, recorriendo todas las estupendas especialidades de la casa, verlo todo, tenerlo todo al alcance para poder elegir, lo que quieres y lo que no. Algo había oído, pero como no pensaba ir nunca, ni me lo había planteado. Por supuesto pongo el grito en el cielo y hablo de borregos y otros animalitos inocentes, sin sospechar lo cerca que estaría de ser uno de ellos.
El móvil salvador nos anuncia que nos esperan en el coche. ¡Vámonos!.
El ascensor que nos había llevado a la cafetería era sólo de subida, primer mosqueo, las escaleras de subida no eran de bajada, segundo mosqueo. Sólo había una posibilidad de salir, ascensor y escaleras en otro lugar, tercer mosqueo. Bueno, al fin y al cabo no teníamos prisa. Cogimos el ascensor indicado y llegamos a la planta baja: "menaje de cocina". No, esta no es la salida, nos hemos equivocado. No pasa nada, subimos y bajamos por las interminables y peligrosas escaleras que dan a…. planta baja, "menaje de cocina". Cuarto, quinto y sexto mosqueo.
- ¿Por favor, la salida?
- Siga la flecha azul del suelo.
Y seguimos la flecha azul del suelo: tazas, platos, cuberterías, jarrones, estropajos… y seguimos la flecha azul del suelo; sartenes, copas, muy monas por cierto, vasos, adornos de navidad… ¡Se acabó!
- POR FAVOR ¿DÓNDE ESTÁ LA SALIDA?
-Cerca señora, muy cerca.
- Usted no me escucha, ¿Dónde está la salida de EMERGENCIA?
El pobre empleado me miró fijamente a la cara y me pidió toda clase de disculpas, contándome que lo hacían así para que NADIE saliera sin, al menos ver las cosas y me aseguraba que NADIE salía de Ikea sin comprar.
-¿Por favor por dónde salgo sin dar más vueltas?
-A la vuelta de este pasillo tiene la salida, ya ha hecho usted el circuito completo.
Paso de contar que me sentí como el borreguillo de nuestro San Juanito, sin pesetita ni nada.
Ya en la puerta, con el décimo mosqueo en la cabeza, recordé el largo viaje que me esperaba y busqué un baño. En el cartel ponía: baño y tienda, con una flecha azul que indicaba hacia arriba… Segundo y último susto. Recordé que tenía mucha prisa y todavía estoy corriendo.
Marina Hernández Martín
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Voy a estar riéndome un rato y, cuando acabe de reírme, meditaré sobre lo absurdo de estas situaciones. Situaciones perfectamente planificadas por los responsables de las grandes superficies.
Marina,gracias por el buen rato que he pasado leyéndote.
Qué razón tienes, Marina. Con las grandes superficies hemos creado nuevos templos del consumo en los que, sobre todo en grandes ciudades, ¡mucha gente va incluso a pasar el día! (inconcebible para mí).
No sé si con esto de la aldea global no sólo estamos uniformizando nuestros gustos, sino que también nos estamos idiotizando.
Pienso que vivir en una pequeña ciudad como Béjar, donde todavía quedan muchas tiendas familiares en que el comerciante te llama por tu nombre, no sólo te proporciona calidad de vida sino que te humaniza. Aunque sea algo más caro comprar, pienso que merece la pena.
Sigue escribiendo.
Javier
no entiendo que le veis de mal a los muebles de Ikea porque al fin y al cabo son hasta mejores que los otros
Según te leía canturreaba sin darme cuenta:
"yo no pienso pues hacer ningun daño,queriendo vivir fuera del rebaño..."
Jejeje...muy pero que muy bueno, Marina.
Lo de Ikea me parece de juzgado de guardia, es lamentable que nos conduzcan y reconduzcan para comprar cualquier cosa. Es lamentable, igualmente, que las familias se vayan a pasar el día a estos mamotréticos lugares, carentes de luz, sol y aire fresco. La sociedad de consumo nos tiene atrapados. Menos mal que todavía hay gente que escribe sobre ello y nos alerta.
Marina, me gustan tus escritos en clave de humor, mucho. Aunque sé que tus producciones serias les gustarían también a los lectores del periódico, ¿Te acuerdas?. ¿por qué no las envías?.
Te sigo desde Ávila y en mi colegio también... pero publicas poco y de tarde en tarde. Ya sabes que a mí me aburre la espera.
Un abrazo compañera.
Ana
No olvidemos, que aquí también ocurre algo parecido (salvando las distancias), en Dia, vamos como corderitos.
Hola Marina,
Tienes razón, pero hoy día hacemos cola y nos comportamos como borreguitos para ir a Ikea, a los grandes supermercados, al cine, al teatro, a una esposción de arte, a las manifestaciones (esto sobre todo), etc, etc.
Somos libres para decidor si compensa ir a esos sitios.
Pero si vas en más ocasiones a Ikea, cosa que veo bastante difícil, encontrarás "atajos" para salir rápidamente a la calle.
Anímate, en la sección de cojines encontraras unos comodísimos y si te cansas, te puedes tumbar en los estupendos colchones y arroparte con una preciosas mantas. Esto no lo puedes hacer en otors centros.
Un beso.
Alfredo.
Me gustaría agraderos a todos vuestros comentarios: Javier, está bien que me animes, a veces se necesita.
Ana, tienes razón, tenía ya preparado un artículo serio, quizá demasiado. Me gusta escribir en clave de humor, a veces en este mundo nos olvidamos de reir.
Alfredo, tú y yo hablaremos en persona, como siempre. Cómprame una manta en Ikea, porfa, yo no encontré los "atajos".
Los cantautores franceses, siempre tan certeros, a mí también me gustan y mucho.
A merigar y los anónimos, gracias.
Marina
Marinita ; pues si esto te pasa en Ikea, què será cuando vayas a un gran aeropuerto , mejor no salgas de Bejar que por lo que dices
cualquier ciudad medianamente moderna te queda grande
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