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Sobre vejez y envejecimiento en Salamanca: unos datos y una reflexión
Iván Parro
En esta colaboración quería recordar unos datos que han aparecido hace unos días en la prensa on-line: Salamanca es la tercera provincia de Castilla y León más envejecida, según los últimos datos del INE sobre envejecimiento en España, compartiendo podio con Zamora y León.
Muchos estudios demográficos ya apuntan desde hace tiempo que nuestro país será a mitad de siglo uno de los países con más población envejecida del mundo, lo que representa una cuestión importante, un desafío decisivo, pues lo que dejemos hecho y bien atado hoy redundará en las próximas personas mayores, en las generaciones que ya vamos camino de esa etapa vital de la ancianidad, pero que aún nos queda bastante por llegar.
Al igual que Salamanca es Castilla y León la tercera comunidad española con mayor índice de envejecimiento, con el 193%, lo que significa que viven 193 mayores de 65 años por cada 100 menores de 16, cifra ésta que no ha dejado de crecer desde los años ochenta, fecha en la cual el índice de envejecimiento estaba en el 56%, síntoma de una sociedad en proceso de expansión y con posibilidades de crecimiento. Hoy nos encontramos con la situación inversa, con mucha dificultades para el avance, con pocos jóvenes que estén trabajando, labrándose un futuro y aportando para la Seguridad Social, para las pensiones y otro tipo de ayudas, y con un elevado continente de personas mayores que siguen demandando servicios y nuevas oportunidades para su inclusión real y efectiva en la sociedad.
En algunos de mis artículos ya he tratado este tema y cuestión, citando por ejemplo el mundo de la solidaridad y del voluntariado adulto como un ejemplo plausible y factible para dignificar como se pueda merecer la vejez, apostando por el envejecimiento activo para ser más en sociedad, buscando nuevos medios de encuentro con los mayores, animando a desarrollar políticas más sensibles con las necesidades de este colectivo, y en fin, atenderles lo mejor posible en toda su dimensión e inmensidad.
En una comunidad como la nuestra, con un alto índice de despoblación, con lugares donde sólo habitan personas ancianas que superan los ochenta años, con un alto grado de migración juvenil hacia las grandes ciudades, los mayores también esperan una respuesta. Ellos han visto cómo morían sus pueblos, cómo se secaban sus tierras, cómo se abandonaban las casas o cerraban servicios, cómo se quedaban solos sin poder hacer mucho más. La repoblación de estos lugares envejecidos, con todo su potencial, con todas sus variadas posibilidades, con todo por hacer, puede ser una solución, aunque ¿quién viviría en un lugar donde sólo dispondrían de lo más básico y primordial, sin Internet o sin otras comodidades de las grandes ciudades? ¿Quién estaría dispuesto a adoptar y poner en marcha este modelo de vida? Yo no encuentro a muchos jóvenes por la labor, más bien al contrario, están a otras cosas, a veces huyendo o apartando de sus vidas a todo lo que significa viejo, o bien utilizando lo viejo de otro modo, en otro sentido, con otra finalidad y propósito más adecuado a sus necesidades.
Aquí también hay que mencionar por supuesto a las personas dependientes, a los mayores que postrados en sillas de ruedas, con enfermedades o dolencias de otro signo les impiden salir de sus casas o hacer una vida normal como la que entendemos nosotros, encerrados en sus cárceles de cuatro paredes, y que viven (a veces sobreviven) gracias a sus cuidadores, familiares o no, gracias a quienes les prestan las atenciones que necesitan, gracias a tantas personas que merecen todo el apoyo, la consideración y el alivio necesario.
El futuro también se escribe con letras antiguas, mesando pelos blancos o grises, tocando manos arrugadas y compartiendo experiencia acumulada. El tiempo venidero será el tiempo de la experiencia, el del poder gris como indicaba Gil Calvo, el de los mayores que poco a poco viven más (no sé si mejor o peor, eso cada uno/a tiene que valorarlo), pero al menos su esperanza de vida es mucho mayor, y esto es una gran victoria pero a la vez un enorme desafío, pues se están configurando sociedades nuevas, con necesidades nuevas, con preguntas nuevas y con peticiones nuevas. Son todas aquellas que llegan desde los ancianos, muchos de los cuales siguen buscando su propio papel en la sociedad. ¿Cuál les otorgamos?
Valentía social y decisión política para adelantarse al futuro y responder a las demandas actuales de los ancianos, que podrían ser las nuestras propias dentro de unos años, pero que ya estarían resueltas e iremos dos o tres pasos por delante de nosotros y de nuestra propia condición.
Una manera de lograr en parte esto es la iniciativa Ciudades Amigables con las Personas Mayores, por la cual los entes locales se comprometen a escuchar más a los mayores en las siguientes áreas: espacios al aire libre, edificios, transporte, viviendas, participación social, información, trabajo, servicios sociales o salud. Es una manera de concienciar para buscar espacios de encuentro, para hablar sobre accesibilidad, sobre ciudades adaptadas para las personas mayores. Salamanca es por ejemplo una de esas ciudades amigas, apostando por ese modelo de integración social de este colectivo. ¿Y nosotros? ¿También apostamos por la integración y la consideración social de los mayores? ¿O somos presa del desinterés, del olvido o de la pasividad? En este caso es importante posicionarse porque es también nuestro propio futuro el que está en juego. Pensémoslo, pongamos manos a la obra y actuemos.
“¡Envejece conmigo! Lo mejor está aún por llegar!” (Robert Browning)
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hace 6 días 8 horas - Bobadas???? Meter en el
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hace 1 semana 1 día - Malegro por la hermandad y
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Ya se ha dicho en otros comentarios, lo último que nos quedaba por sufrir a los bejaranos es emigrar para morirnos, en Beleña, Ledrada, Baños de Montemayor, Madrid etc.
No hay plazas suficientes debería ser un tema de maxima importancia pero aqui la gente pasa de todo.
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