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En el adiós de Antolín Velasco Gómez
Palabras leídas por su nieto Antonio Velasco Hermosa, en la iglesia de San Juan, en Béjar, el 15 de junio de 2012
Queridos amigos, querida familia:
Quiero agradecer, en nombre de mis hermanos y del mío propio, los cinco hijos de Julia y Antolín, vuestra presencia en este acto de adiós a Antolín. Y para ello, quisiera trazar, a modo de homenaje a este hombre entrañable, una breve semblanza de lo que ha sido y es su huella en la tierra, durante el tiempo que ha tenido para vivir su larga vida.
El primer recuerdo que tengo de mi padre es el de un hombre llevándome de la mano, junto a mi madre y hermanos, contándonos una historia, una tarde de domingo, camino del Castañar. Un cuento que no acababa nunca y quedaba en suspenso hasta el domingo siguiente. No recuerdo la historia concreta pero sí la maravilla que aquellas palabras e invenciones sin final producían en mi mente de niño.
La segunda imagen de mi niñez que os propongo, machacona, indeleble, es la de un hombre vestido con un mono azul, de mecánico, un obrero de manos fuertes, manchadas de grasa.
El tercer recuerdo de mi padre me lleva hasta una cena de nochebuena, o quizá nochevieja, toda la familia alrededor de la mesa, cuando suena el timbre y llega un aviso de que alguien está atrapado con un coche en la nieve. Y mi padre, Antolín, se levanta, abandona la cena, dejándonos a todos estupefactos y consternados.
El cuarto recuerdo, ya a la edad de 14 años, es el de un viaje en coche, con mi madre, a la estación de Atocha en Madrid, para dejarme ante un tren, un tren atestado de jóvenes asustados y nerviosos, a punto de partir hacia Córdoba, y mi padre diciéndome: “Hijo, has de saber que tu destino está en tus manos y solo en tus manos”.
A estos cuatro recuerdos, testimonios de hechos que viví directamente, podría añadir otro que me fue contado por él mismo y que aconteció antes de que yo y mis hermanos hubiéramos nacido y es el de mi padre, Antolín, regresando del viaje de bodas, con su esposa Julia, desde Vigo a Béjar, en tren, transportando durante todo el trayecto, en sus manos protectoras, una pecera esférica de cristal, en la que aleteaba incansable un pez de colores que ella había comprado.
Estas cinco imágenes podrían constituir un retrato de la personalidad de Antolín: un hombre soñador; un trabajador infatigable, duro y empedernido; un hombre que confiaba en el esfuerzo personal como elemento fundamental para salir adelante y encontrar un lugar en la sociedad; un tipo solidario; y finalmente, un hombre enamorado.
Muchos de vosotros le conocisteis bien, siempre al pie del cañón, atendiendo incansable los talleres de automóviles que levantó junto a su padre y hermanos, haciendo del servicio al cliente su mejor arma. Afable, campechano, amigo de todos, llegó a ser patrón pero antes fue obrero, y nunca ha dejado de serlo.
Durante los últimos años de su vida sus hijos hemos podido observar, cuando íbamos con él por la calle, por Béjar o por cualquier pueblo de la comarca, que era conocido en todas partes y todos le mostraban siempre un afecto y un respeto que, sin duda, se ha ganado a pulso.
Como hijos, queremos agradecerle los valores que nos ha inculcado: el principio del esfuerzo, del trabajo bien hecho como seña de identidad, la rectitud, la honradez, la solidaridad, el respeto a los mayores, la consideración de las personas por encima de todas las cosas.
Creo que Antolín ha tenido, en verdad, una vida cumplida. Nosotros, sus hijos, no estamos tristes en este día en que parece que se va, porque, de hecho, va a seguir viviendo en nuestra forma de entender la vida, en nuestra forma de actuar, y también en la de sus nietos, bisnietos y los que sigan en este gran familia, así como en el ejemplo que su vida ha podido significar para muchos de los que le han conocido.
Así que, por favor, bebed una copa de vino en su honor y si, dentro de unos días, meses o años, os preguntan por él, no digáis que ha muerto, sino tan solo que puede que haya ido a Honorauto a ver la turbina, o si no, que estará en Honorio, en el polígono, hablando con algún cliente, o bien, si hiciera mal tiempo y nevara, que quizá haya ido a rescatar un coche atrapado en la nieve, y tarda en volver.
Manuel Velasco Maíllo
Béjar, 15 de junio de 2012
- Lo que diga Esther va a
hace 1 día 19 horas - POr cierto Esther.¿ Que
hace 2 días 13 horas - Y a AYUSO.
hace 2 días 13 horas - Gracias Esther por decir hoy
hace 2 días 19 horas - Ya no cuela este tema. Que
hace 3 días 15 horas - Aquí el caso es poner pega
hace 3 días 15 horas - Aquí huele a Koldo
hace 4 días 11 horas - La PSOE es como la gata
hace 4 días 17 horas - También había
hace 4 días 20 horas - bueno seguro que parecido a
hace 5 días 9 horas
Me uno en vuestro recuerdo a Antolín, buen amigo de mi padre.
En estas últimas semanas he estado con él en Honorio y hemos echado algún "parlao" que otro.
Cuando se mantiene vivo el recuerdo de alguien la persona nunca muere. Mantenedle vivo en el recuerdo.
Esta noche me tomaré un vino recordándole a él, y a vosotros.
Un abrazo.
Que palabras tan bonitas y que bien definen a nuestro querido Antolín...desde la emoción que me ha producido leerlas y desde el cariño que,tanto mi familia como yo ,le hemos tenido siempre(mi padre esta desconsolado),me uno en vuestro recuerdo y siempre estará vivo en nuestra mente y nuestros corazones.Un abrazo.Concha Carbajo
Estoy con vosotros, siempre tenemos que recordar lo positivo para mirar hacia adelante
y tratar de comportarnos según las enseñanzas recibidas ( ha sido una gran sorpresa para mí al llegar y abrir la página ver una noticia así, lo siento de veras)
Un abrazo para toda la familia
Antonio Zaballos
Admirable vuestra entereza y la forma de afrontar una adversidad de estas características. Una abrazo y mis condolencias de corazón. Miguel Rodero.
Descanse en paz Antolín. Sin duda una gran persona para recordar en Béjar. Para sus hijos, y a toda la familia Velasco, un fuerte abrazo.
Tomás G.-Miña Ramos
En honor de Antolín, y al margen de levantar no una copa, sino una botella entera (*), no encuentro nada mejor que reproducir parcialmente un hermoso escrito de uno de sus hijos.
"Quizás podamos rescatar sus sueños, reseguir sus pasos, abrazar sus brazos, retener su aliento, recobrar su mirada que tanto amamos..."- Que así sea.
Un fuerte abrazo de Agnès y de los jóvenes de mi familia
Avelino Hernández
(*) A buen seguro que Antolín la intentará pagar, ¡faltaría más!, desde allá donde esté.
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