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No estamos preparados para tanto dolor
Hoy me enfrento a un papel en blanco cuando mi corazón tiene otro color, el color de la pesadumbre y del dolor, del peso y la desolación, del terror y el pánico.
Si nuestro destino está marcado, los renglones siguen siendo torcidos y habrá que enderezarlos; tendremos que buscar guías que pongan remedio a las curvas y recurvas del camino, que nos ayuden a pasar de nuevo por la línea continua y nos hagan cruzar de un lado a otro con sentido, con acierto. Ahora no podemos, no sabemos, no queremos.
No existe el corazón, estoy segura, es un ente irreal que utilizamos para definir lo que no es, lo que no está. En su lugar hay una especie de luz que apagamos y encendemos a voluntad según queramos o no identificar lo que nos rodea.
Hay días que yo la apago completamente porque no puedo con la realidad, me ciega el sonido de todo lo que escucho y otros días no se deja apagar.
Me duele el pecho cuando respiro… pero respiro y ese dolor de vida es insoportable cuando es de muerte. Hay una punzada de dolor con cada momento vivido, por cada segundo seguido, en cada aliento, en cada suspiro, en cada palabra.
Las miradas gritan cuando las palabras desaparecen y pierden su significado. Las lágrimas y los quejidos no soportan el llanto y nos abandonan en la madrugada, agotados, enfermos, malheridos. El sueño, no repara nada, porque todo es verdad, con w doble, como yo digo.
El viento sigue moviendo el mundo hacia su voluntad, nosotros creemos que dominamos esas ráfagas que agitan nuestro pelo y despeinan los cabellos de los que son y fueron, pero en cualquier momento, sin previo aviso nos rodeará la tormenta y nos sabremos en el ojo del huracán, sin sentirlo, sin soñarlo y sobre todo, si merecerlo.
…y sigo constatando que escribir, no ayuda.
Marina Hernández Martín “…En El Umbral De La Noche”
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Como viene a decir Marina hay momentos en los cuales todo está nublado, gris y triste. Pero a pesar de tanta “negrura”, llega o llegará un momento en el que el sol volverá a brillar por muy imposible que parezca en estos luctuosos momentos que nos acompañan.
Nunca olvidaremos estos momentos, sus días, sus eternas noches en vela y sus amaneceres sin esperanza, pero un día, cualquiera, aquel que menos imaginemos, amanecerá un cielo límpido acompañado de un aire fresco y purificador que nos llenará de una esperanza y de una alegría que el devenir de los hechos habían hecho que olvidáramos que podían volver a existir.
La tristeza no se va, no se olvida, no se difumina, pero la esperanza hace que nos acompañe de una manera más llevadera, más diáfana… menos cruel.
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