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El macabro concepto del viejo ibérico
El macabro concepto del viejo ibérico
Música: Tema de El Hombre y la Tierra
Narración: Félix Rodríguez la Fuente
El paso del tiempo es inexorable. Minuto a minuto, todo resulta algo más viejo. Es el proceso normal de la transformación de la materia, sea cual sea. Todo lo nuevo es nuevo porque será viejo. Ese paso sin retroceso, pesado como el de los elefantes, lo vemos en los robles centenarios cuyo mayor inconfesable atractivo para los hombres es la envidia por no haberlos visto nacer y no alcanzar a verlos morir. Porque, exceptuando a los humanos, a nada ni a nadie le importa que el tiempo se escape.
La sociedad, que no es sino el mecanismo que nos encauza la vida y nos da lo que nos toca a cada edad, enfrenta --como las ciudades los desperdicios--, la necesidad de hacer algo con los viejos. Ese problema del mundo moderno era resuelto por los esquimales de la manera más natural: cuando la abuelita, que tal vez no tuviera más de 40 años, no podía masticar la carne cruda y correosa de foca, la llevaban a ver la estrellas en la puerta del iglú. Ahora es distinto, aunque quizás sea peor.
La expectativa de vida en España ya sobrepasa los 80 años. Y hablamos de España, no de Sudáfrica, donde La Roja hará historia en medio de los monitos futbolistas, que es la mejor imagen de ese país que nos logra dar la Coca Cola. En Sudáfrica, amigos del Hombre y la Tierra, la gente aspira a vivir 43 largos años.
Pasada la raya de los sesenta y ya fuera del mercado laboral, con el solecito de la plaza tentándote y una pensión más que bien ganada, con los programas del IMSERSO y los teléfonos de la Cruz Roja, llegamos a la vejez. Familia hecha. Todo hecho y listo para disfrutar del merecido descanso. Vivir una dulce y plácida vejez obligatoria es de buen gusto.
¿Había que preguntarse viendo tanto viejo envejecido y tantos conformes con el papelito del abuelito bueno, qué coño buscaban Juan Ponce de León y sus hombres en los pantanos de la Florida? ¿Una fuente de la eterna juventud para cobrar una pensión de mierda?
Nuestros viejos están hechos a la antigua. De modo que hoy, el viejo y la vieja ibéricos son una especie próspera que vive en cautiverio y agradecida por el desvelo de la familia. No es menos cierto que viven, aunque sólo vivan para ser heredados.
Hay una canción que dice, con el perdón de los que ya se pasaron de la raya, que “joven ha de ser quien lo quiera ser”. Y eso fue lo que descubrió Ponce de León. Descubrió que valía hasta la pena hasta ser comido por caníbales que seguir jugando la partida en el bar del pueblo con los quintos del 48. Mientras se bañaba en todas las fuentes que halló en las selvas fue comprendiendo que aquella aventura en busca de la fuente del tiempo perdido resumía el sentido de vivir y que cualquier otra cosa era un simulacro de existencia más soso que un cocido sin sal.
Al viejo ibérico, amigos de El Hombre y la Tierra, se le ha dado la paradoja de los inútiles: le sobra vida y le falta con qué llenarla. ¿Habrá algo más triste? Durante milenios y más milenios, siempre fue a la inversa y era tan corta la vida que los humanos tuvieron que crear a los dioses, para que éstos crearan el segundo tiempo del partido de fútbol en el que perdían 1- 0 y en el que los humanos ganarían, sin alternativa, por goleada. En cambio, hoy entre la goleada del más allá y la declaración oficial de viejo, cabe otra vida. Y esa es la que el viejo ibérico está tirando por la ventana.
Se dice que la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida duró nueve años y sólo sirvió para que sobrevivieran tres hombres, entre ellos, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Es falso. Cabeza de Vaca logró rescatar los apuntes que años antes había hecho Ponce de León entre baño y baño en las presuntas fuentes de la eterna juventud. Es un documento tan misterioso como los Manuscritos del Mar Muerto y tan revelador como las profecías de Nostradamus.
Tras una larga investigación en el Archivo de Indias, Béjar.biz ofrece a sus lectores pasaditos de la raya, una versión exclusiva de la página del diario de Cabeza de Vaca titulada “El Secreto de la Fuente”.
1. Eres libre. Vive tu libertad.
2. No esperes por nadie. Si alguien quiere esperar por ti, no es tu asunto.
3. Haz lo que siempre quisiste hacer y siempre alguien te lo impidió.
4. El mundo no es tu mundo. Es más grande y más bonito.
5. Se terminó el mañana. Lo que no vivas hoy será perdido para siempre.
6. Ama a tu prójimo como a ti mismo. De otra manera no funciona.
7. Ninguna locura es demasiado loca como para no intentarlo.
8. La soledad es un cazador y tú la presa. Plántale cara.
9. No llores por tu pasado. Es mejor reírte de tu presente.
10. Siempre será mejor haberse atrevido a haberlo soñado.
Con esta sabiduría acumulada en las selvas de la Florida, lo primero que dijo Alvar Núñez Cabeza de Vaca a la patrulla española que lo encontró en lo que hoy es México, medio muerto con otros dos tíos tras nueve años de haber desembarcado como explorador y de recorrer a pie un continente hostil, fue lo siguiente: “¡Me cago en la leche! ¿Esta parte ya la habéis descubierto? ¡Diossss!"
Y se fue mucho, pero mucho más lejos a descubrir el cono sur americano y, de paso, a los argentinos.
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