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Lo que queda del mapa. Capítulo 34: La Laguna Negra de Alvargonzález en Soria
Los viejos arqueros, sin madrugar, han subido hasta la Laguna Negra de Vinuesa, en Soria pura cabeza de Extremadura, apoyados en cayadas de poliéster confeccionadas con tecnología láser de última generación. En la cima, a la orilla de la célebre laguna, les aguarda el mismísimo Alvargonzález, ataviado con indumentaria de montañero avezado y crampones de diseño, para desmentir rotundamente determinados aspectos de la leyenda de su asesinato a manos de sus hijos. En particular ése que indica que la laguna a la que echaron su cadáver con una piedra amarrada a los pies no tiene fondo, tal como canta machaconamente Machado a lo largo del poema que lleva su apellido. Y, ante los ojos del escéptico escuadrón, el ilustre asesinado se pone a declamar:
A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.
Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.
Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.
Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento;
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.
Para luego seguir con estos otros versos en los que poeta continúa insistiendo en la misma idea:
Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.
O estos otros:
Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:
«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.
¡Qué mala muerte le dieron
los hijos malos!
En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.
No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado.»
Alvargonzález, embutido en su anorak verdevioleta de marca, sigue contando al atónito auditorio que la Laguna Negra, en realidad, tiene fondo, y que éste se encuentra a la precisa profundidad de 5'92 metros; que él conoce la laguna mejor que nadie, ya que, como es bien conocido, se trata de su obligado hogar desde hace siglos. “Así que, en esto de que la Laguna Negra no tiene fondo, Machado se columpió; no en lo demás que, salvo ciertas licencias propias de poetas, se atiene a la verdad de las cosas”, -sostiene imperturbable-, “por ejemplo, esta misma noche he visto a los lobos cruzando el páramo, talmente como reza mi cantar”, -añade, para seguir recitando:
¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!
Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,
¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
“De todos modos, lo más cabal del poema que lleva mi nombre es la descripción que Machado hace de estos parajes” -añade Alvargonzález mientras se despide de la compañía de reserva para entrar de nuevo en las heladas aguas.
...
agua transparente y muda
que enorme muro de piedra,
donde los buitres anidan
y el eco duerme, rodea;
agua clara donde beben
las águilas de la sierra,
donde el jabalí del monte
y el ciervo y el corzo abrevan;
agua pura y silenciosa
que copia cosas eternas;
agua impasible que guarda
en su seno las estrellas.
...
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En una concha acomodan
Las aguas limpias y frías,
Tan puras, que se ve el fondo
Que Machado no veía.
Los nietos de Alvargonzaález
Apenas se lo creían.
Allá un halcón peregrino,
Lobeznos por la vereda,
Enfrente el cura Merino,
Allá el puñal de su abuela.
Las nietas de Alvargonzalez
Por poco se quedan lelas.
El pastor, el de las cabras,
No murió según leyenda
Y los chivos no cayeron
Al fondo del agua negra.
Los nietos de Alvargonzalez
No quieren ya más leyendas
Y se aprestan a hacer fotos
Allá en la Laguna Negra
L.I
Recitado por el mismo Alvatgonzález
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