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Las interpretaciones de la realidad y los desconocidos de siempre
La realidad, lo que a veces se le puede llamar la verdad, siempre es relativa. Depende de los intereses del emisor. Por tanto, de verdades relativas está hecho el mundo. Y, probablemente, las verdades absolutas ni existan.
Cuando esas interpretaciones de la realidad pasan por las maquinarias de la política, lo que llega al público es en extremo cuestionable y sólo se puede asimilar —como verdad— según el criterio de los receptores de los beneficios. No hay que olvidar que en la sociedad hay clases diferentes, segmentos diferenciados y que éstos suelen ser antagónicos, al menos por las opciones de vida en la desigualdad
La verosimilitud de las realidades expuestas al público tiene, por tanto, la capacidad de ofrecer argumentos positivos a unos y leña que echar al fuego a otros. Si algo entorpece el raciocinio personal con que todos nacemos y el derecho a tener ideas propias, que no universales, es la libertad de pensamiento. Desgraciadamente, esas libertades adquieren, en ocasiones, tonalidades dramáticas aportadas no por la pluralidad de ideas sino por las batallas políticas capaces de negar una realidad objetiva en favor su “verdad”. Absoluta.
En ese estira y encoje del camino hacia el poder, que siempre llegará a ser el predominio de los que piensan, aspiran y favorecen a unos en detrimento y en contra de los otros, cabria definir la democracia como ley impuesta por el más fuerte y nunca como la verdad que expone su etimología: poder del pueblo. Y habría que pensar en otra democracia que recoja las aspiraciones y necesidades objetivas de todos que los conforman el llamado pueblo, pues éstas siguen siendo las mismas gobierne quien gobierne y piensen lo que piensen.
Sería necesario ir cavilando que no es la gente común la que establece las reglas del juego para sus problemas comunes sino un grupo de intérpretes, quienes las establecen en su parcialidad y predican la imposibilidad de un gobierno de todos y para el bien de todos aquellos que deben ser protegidos y no esquilmados con la anestesia ideológica de los que creen que el poder político es Cosa Nostra y sus ideas, palabra de Dios.
Haciendo una simbiosis entre una frase de Aristóteles y otra del escritor norteamericano Philip Dick, resulta un enunciado que asegura la relatividad de lo que creemos porque alguien nos lo ha dicho. Y eso no llega a ser un pensamiento por cabeza propia sino el juego –entre otras aplicaciones de las medias verdades– de las llamadas batallas políticas y su propósito parcial, partidario, lo que por definición no es la verdad sino el punto de vista de los que siguen y defienden una idea, una tendencia; sólo una de las tantas.
“Cuando las ideas no te dejan ver la realidad, no son ideas, son mentiras. La única verdad es la realidad”. Y al que le sirva el sayo, que se lo ponga.
- Aqui estamos con los
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hace 11 horas 56 mins - Aquí hay mucho Koldo.
hace 12 horas 4 mins - No entiendo muy bien lo que
hace 13 horas 44 mins - En esta historia el listo
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