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"El fondo del pozo"
Solía sentirme dueña de un arete de agua a ras de suelo en la huerta de “Picozos”.
Era un espejo terso al que me asomaba tumbada sobre la hierba, porque a pesar de la prohibición expresa de acercarme a aquel peligro, me tentaba acuciante la pregunta del cuento, “¿espejo, espejito mágico, dime quien es... ?????- y aquel retazo de cielo, me respondía sin demora con la imagen de una chiquilla coronada de rizos y de nubes.
Sentía yo aquella propiedad con la misma certeza con que ahora me siento mucho más dueña de mis silencios que de mis palabras, y fue allí, en aquel mágico circulo donde supe que existían los espejismos y que podía darse la circunstancia, de que existieran dos lunas simultaneas y plenas. Mientras mi abuelo regaba con el agua del padrón yo vigilaba que la luna, no se saliera del pozo; porque por entonces, creía que la luna desearía escaparse, yo poseía un secreto que los demás no entendían y es que, aquellas lunas, arriba y abajo, que parecían iguales, en realidad eran distintas.
Si, una era la Luna de Miel, un tránsito con el que se viajaba en pareja, mínimo a Madrid, o incluso mas lejos!!! .Y luego estaba, la Luna de Valencia, (que yo conocía bien porque era muy habitual que me dijeran: “estasenlalunadevalencia”...
Nunca he tenido mayor tesoro, en tan poco trecho. Sólo con aplicar el dedo en la superficie satinada, se rizaba el azul y las nubes galopaban tan vibrantes como mi pelo; nunca me dijo el pozo, nada que no fuera cierto, siempre inagotable me descubría un paisaje encerrado y mágico que yo intuía espléndido...
Si, he dicho espléndido, (no, Explendido que asociaba a la botella de color marrón, con olor característico y nausea por mi parte) Jugaba yo, ya, con las palabras porque estaba convencida de que verano se escribe con “uve”, como vida y que invierno debería ser con “be” como brasero y llevar así, el calorcito incorporado...
En cierta ocasión cayeron en el pozo una pareja de zorros de los que recuerdo con claridad, el ojo aterrado , las barrigas hinchadas,y los rabos pegados de lodos verdosos, un triste espectáculo de no “ser”, ni “estar” en el momento oportuno. Podía entender hasta cierto punto el beneficio del gallinero, pero no encontraba paralelismo con que llamaran “zorros” a unos tipejos que en nada se parecían a aquellos inteligentes bichos, o que al sacudidor de limpiar la casa, le dieran el mismo nombre, desprestigiando la especie que limpiaba sanamente sin causar estragos. Tiempo después, conocí otro significado dicho a escondidas, era el peor, aplicado en femenino, tenía con diferencia el sentido más peyorativo, definiendo actitudes que disfrutaba el mismo hombre que condenaba el concepto.
No sé que luna les deslumbró a los zorritos, pero fue una luna de muerte estéril que descompensó el equilibrio depredador del contorno, y aunque los gallineros ganaran una tregua, las aves no pusieron mas huevos al conocer el suceso, huevos para cenar cuatro días por semana.
Igual que rizaba el firmamento con un simple movimiento del dedo, intentaba comprender qué entendían las gallinas del trágico final de los raposos incautos, pero paradojas de la vida, ellas tampoco discernían mi razonamiento.
Varias equivocaciones después, asomada al pozo y sin asomarme, he aprendido a guardar tenazmente mis silencios tan hinchados, espantados y exhaustos como “unos zorros”. He leído de la escritora Ann Lamott (escritora americana, muy positiva, escribe historias llenas de humor y profundidad), una verdad:
Eso del “bloqueo del escritor”, son pamplinas, lo que pasa, es que a veces el pozo está vacío y hay que llenarlo.
Intento torpemente dar un nivelito a mi pozo.
Diferencio entre jugar Ping-Pong (un entretenido bote y rebote de pelotita blanca y pequeña sobre tablero verde) y marear con un toma y daca de Pim-pom (parrafitos de palabras mas o menos lacerantes sobre superficie en blanco)
Continúo visitando la “Luna de Valencia”, columpiándome amorosamente escondida entre mis silencios para llenar el fondo del pozo con imágenes sonoras de la “niña de los Picozos”.
Corta imagen la que me devuelve día a día el pozo, desde la higuera; desmenuza su cristal, perfilando situaciones con un dedito mágico, juegos de palabras y gestos, actuaciones sobre el paisaje y el paisanaje que me inunda.
Esa vida que me vive, son ecos de Clara Campoamor, como un éxito del fracaso, y encuentran siempre desde el otro ángulo, el provecho de Victoria Kent para llegar a un fracaso en medio del éxito, la ruptura que suponen en la evolución de un pueblo, los desajustes de criterio, los prejuicios asumidos por los pares, o las guerras entre iguales.
Esa, esa niña madurita que se me rebela siempre, que me habita, me complace a menudo en sentirse firme para el colectivo de mi género. FEMENINO, PLURAL, PROPIO, COMPUESTO, CONTABLE... ( Maestras, Profesoras, Compañeras, Amigas)
Esa que me habita AGRADECE a TODAS mis congéneres sin tomar reparos en pasado, presente o futuro.
Y como derecho irrenunciable:
Vota.
Gel Borrajo
(Marzo 3 de 2008)
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