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España a la cabeza de Europa desde la cola
Es notable el esfuerzo del Estado español por cumplir sus obligaciones financieras y desplegar la bandera de buen gobierno que está a la cabeza (de la economía) de Europa en su conjunto. Todo un ejemplo a seguir, aunque el resto del Euro Grupo no se calienta la cabeza por ese motivo, porque podrían criticarle, como a España, que ese índice tiene truco.
En la vida real, la de trabajo y la lucha por la vida, se pueden dar casos parecidos. ¡Hay de todo en la Viña del Señor! Un padre de familia --sirva de ejemplo primitivo para gente con las luces cortas–- le debe mil euros al dueño de su empresa por una necesidad imprevista y éste se lo concede, pero le obliga a pagárselos en un plazo corto y lo condiciona con ciertas amenazas. El padre de familia de pronto se ilumina y encuentra una solución: rebajar el presupuesto de la comida de su familia a mínimos y pagar la deuda a costa de la salud de todos. Cumple en cinco meses con su patrón. Y cuando uno de los hijos le pregunta por qué no ideó otra manera de pagar, como sembrar lechugas y venderlas en el mercado local, el señor le respondió que en ese momento la economía familiar estaba mejor y que la prueba era que había cumplido con el pago de su deuda, lo que antes era imposible hacer.
De más o menos ese estilo dramático se trata cuando nuestro Gobierno saca pecho para decir que España va bien, señalando sus índices de crecimiento en la punta de los países de Europa. España crece como ninguna otra economía, incluida Alemania; pero no explica cómo lo hace; aunque emite por los medios las noticias de las mejoras: los españoles van más a las playas, compran más coches, viajan más… como si todos los españoles tuviesen, gracias al milagro económico, la misma igualdad de oportunidades. Pero eso no es más que una cortina de humo. Lo que está detrás del telón no hay que repetirlo, en cada lugar se ve a simple vista y en Béjar puede verse desde el cosmos.
Vayamos a la realidad con un solo ejemplo. Sólo uno de los tantos, una historia real de lo que sí ha cambiado en España para beneplácito del Gobierno y del Consejo Europeo que lo preside. Lugar: a pocos kilómetros de Béjar. Actividad económica: industria alimentaria o sea una fábrica de jamones. Fecha: la semana pasada.
A la dirección de una fábrica o secadero de jamones llega una noticia terrible: cuatro trabajadores han estado jugando en horario laboral. Durante diez segundos de lanzaron unos a otros un trozo de carne de aproximadamente medio kilogramo. La autoridad interviene y uno de ellos reconoce ser el culpable de la broma. ¿Cuál fue el resultado? El trabajador, un buen trabajador, fue suspendido de empleo y sueldo por 15 días. ¿Fue justo? Es justo que se sancionen las indisciplinas, pero éste es un caso extremo, desproporcionado. ¿Qué hizo el resto de los implicados en el jueguito con un trocito de carne de cerdo? Se presentaron en la dirección en apoyo a su compañero para decir que ellos también eran responsables. Y quedaron pendientes de sanción para el próximo lunes…
Hasta aquí, estamos relatando una anécdota puntual de un hecho generalizado: el padre de la familia española está cumpliendo sus obligaciones financieras a costa de los que trabajan. De hecho, un panorama esclarecedor de esa afirmación se aprecia en la propia empresa de la historia del trocito de carne.
Hace tres años algunos trabajadores intentaron allí crear un Comité de Empresa. No sólo fue rechazada la propuesta sino que se prohibió para siempre. Nada de Comités de Empresa. Y los tres trabajadores implicados, como si no fuera suficiente con la negativa, fueron expulsados: ¡A la puta calle! Desde entonces, los salarios sólo han subido un 1% y gracias a la bajada del IRPF. Las amenazas de despido se emplean por cualquier motivo irrelevante; algo así como “lo tomas o lo dejas”. El sector no tiene convenio colectivo y no existe enlace alguno de los trabajadores con la empresa, de lo que resulta que éstos no pueden negociar nada, absolutamente nada. Existen en esa empresa controles de industria de alta seguridad, como la de armamento, o los bancos, y los trabajadores, sospechosos en lo que no se confía, son vigilados por cámaras de seguridad ubicadas por todo el recinto. Hasta en los cuartos de baño.
Estos métodos penitenciarios y coercitivos, en su generalización, producen el efecto mordaza necesario para que se acepte sin chistar cualquier medida, incluida la sobrexplotación, la reducción de los salarios y hasta las acciones más humillantes por la patronal. En cambio, según el Gobierno, la crisis en España es historia.
Volviendo al comienzo, habría que añadir que el hecho de que estadísticamente sea este país el de mayor crecimiento en Europa tiene una explicación, que parte del abuso con los que trabajan bajo el fantasma de paro elevadísimo y la realidad de las devaluaciones salariales de los últimos años, lo que de conjunto se expresa en un dato estadístico: “los sueldos en España están un 27% por debajo de la media de la Zona Euro. La mayor parte de la reforma laboral en la que confiaba el Gobierno se centraba en la reducción de costes laborales y la bajada generalizada de salario” según una información de Antena 3.com. El objetivo se ha cumplido. Alea jacta est.
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