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Democracias a bombazos: ojo por ojo
La situación de los países árabes del Medio Oriente y África del Norte —y de otros más al sur, musulmanes o animistas, que no es un problema de religión— es bien clara: no hay democracia. En ellos se incuba la violencia terrorista y se violan de los derechos humanos de sus propias poblaciones. Los esfuerzos por transformar esas sociedades podrían ser válidos, o no, en dependencia que lo que las democracias occidentales pretendan con ello y de cómo lo hagan.
No es menos cierto lo que cada día es más evidente: las democracias no son perfectas y en ellas también se incurre en errores graves, pero desde una posición más avanzada de desarrollo social. No creo cuestionable que sea preferible una democracia a un régimen semi feudal o feudal en toda la expresión de lo que eso implica. Pero también habría que esclarecer si esto, que es un resultado de la historia, debe ser transformado a lo “bestia”. Y sí sería importante preguntarse cuántos enemigos de por vida se echa uno cada vez que saca una pistola para amenazar de muerte.
Se percibe, en lo que está sucediendo en este Primer Mundo, que más que la misión filantrópica de gestionar, desde un contexto extraño, la libertad de esos pueblos oprimidos, lo que está funcionando es un mecanismo de defensa contra una región de grandes conflictos internos que pone en riesgo nuestra seguridad y, lo que es más preocupante, nuestro predominio geoestratégico. Esto, amigos, es cuestión de energías, materias primas, mercados y mercados financieros, que es lo que parece ser la columna vertebral de nuestras democracias. Si éstas se proyectan en ese mismo sentido con ciudadanos de plenos derechos, ¿cómo pensar que sería diferente en otros lugares?
El tema de los riesgos en materia de seguridad, de los cuales pretendemos defendernos creando graves conflictos locales, es un boomerang, que volverá cada vez con más fuerza y virulencia contra Occidente porque se está magnificando, dándole argumentos para multiplicarse y sentando las bases de una incompatibilidad suicida. Es lamentable que esas políticas de imposiciones a la brava no conduzcan sino a un agravamiento paulatino de la situación de inseguridad creada por los terroristas y que no se comprenda –lo que se sabe porque es la primera ley de la contrainsurgencia— que es muy difícil hacerlos desaparecer matándolos uno a uno y que lo que haría que alguna vez no tuvieran a nadie que los apoyara sería erosionando su base de apoyo y, con ella, los motivos de la beligerancia. Como podría ser la certeza de esos pueblos que tras las dictaduras feudales llegaría una efectiva ayuda para el desarrollo. Pero que sean ellos los que decidan lo que quieren y cómo lo quieren.
Sirva de ejemplo un paralelo extrapolado y que no se ajusta a la realidad de los países árabes, pero sí a la influencia de las ideas: durante la Guerra Fría nadie intentó bombardear el Kremlin como centro del poder soviético ni atacar con misiles a Moscú para matar a sus dirigentes, porque la Coca-Cola y Mc’Donald’s estaban sembrando minas bajo los pies los rusos. ¿Se nota la diferencia? Pero estos gobiernos de los que estamos hablando no tienen el poder de respuesta de la URSS y se les puede presionar para que cambien, porque la vía de la Coca-Cola hacia la libertad es más larga que la de los bombazos y el Mundo Libre se impacienta por su presente, que es lo que importa.
Los ciudadanos de cualquier país donde fuerzas extranjeras se tomen la atribución de hacer la guerra para evitar peligros para los suyos, ya sean reales o imaginarios, y el saldo sean las masacres de civiles que hoy vemos, no podrán estar a favor de esa manera de hacerles llegar la libertad. Y cada vez serán más los que escogerán el camino de enfrentarse, de la forma que les parezca efectiva, a los que están matando a sus familias.
Sería necesario otra política; pero no habrá otra, porque ya no es un secreto para nadie que para desatar esas matanzas humanitarias con aviones inteligentes y humanitarios, no es necesario que esté en juego la seguridad de Occidente, sino los intereses de Occidente, cosa que no es un aporte de nadie sino las declaraciones públicas de los actores de esa política, que ya no esconden el argumento desde que el presidente de los Estados Unidos lo hiciera público y notorio: el Primer Mundo va a enfrentar con las armas a todos los países que vayan en contra de sus intereses.
Es una política y parece innecesario buscar otra. Nadie se detiene a considerar que en esas sociedades feudales y tribales, más que las balas, lo que puede convertirlas en sociedades democráticas es su desarrollo, que le restaría base social al terrorismo y al despotismo. Y dejar para los servicios de inteligencia el trabajo sucio. En esos países tendría que haber una evolución y no una imposición contraproducente. De alguna forma, habría que permitir que la historia de cada uno de ellos siguiese un curso evolutivo ascendente y no apostarlo todo a una operación de trasplante de corazón. De todos modos, ese corazón será rechazado, porque no es el corazón de la libertad sino el de la codicia.
No hay que olvidar que lo que vemos hoy en esos países ya lo hemos visto en los nuestros y se ha superado. Debemos recordar que la mayor parte de España, por ejemplo, fue ocupada y colonizada por los árabes durante siete siglos y que España no se convirtió, expulsándolos a la larga; que después España fue un Imperio e hizo valer su poder en otras tierras, de donde a su vez fue echada por sus propios descendientes, para no ir más allá; que las deficiencias de su monarquía, la que reina hoy, le impidieron entrar en el mundo moderno cuando los demás países de Europa lo hacían; pero cuando Francia traspuso los Pirineos hubo una revolución popular que los hizo volver por el mismo camino, dejando atrás una democracia en ciernes, que el propio Rey, defendido por su pueblo, la omitió de un plumazo para no dejar el poder como mismo lo hacen otros hoy. España siguió siendo feudal, atrasada y violadora de los derechos humanos. Llegó el siglo XX y nadie intervino cuando el Rey de entonces compartió el poder con una dictadura, y no hubo otro destello de libertad hasta la Segunda República. Pero, cuando aquel rey puso pies en polvorosa, se produjo la revuelta de sus generales, que terminó en Guerra Civil y ésta en otra dictadura, que duró hasta 1976. Entonces, sólo entonces, llegó la democracia a España. Hoy tiene 35 años, es muy joven, y tal vez por eso o como un símbolo de un pasado imperial, mantiene en el poder a la misma estirpe que favoreció que no llegaran la democracia, el progreso y los derechos humanos mucho antes.
Por tanto, ¿qué podemos dejar para Libia o para Siria? ¿Tendremos que actuar como los franceses, que trajeron en 1808 el germen de la libertad, la igualdad y la fraternidad a punta de bayonetas? ¿Es realmente aconsejable? ¿Les amedrentamos o los empujamos a que nos odien? ¿No estaremos haciéndolos más fuertes y radicales? Pensemos, señoras y señores, que lo que gastamos en esas guerras lo estamos tirando por la borda y que el resultado será, a cualquier plazo, un enorme stock de enemigos comprados a precio de oro, que podrían sacarnos a patadas por el culo de donde quiera que estuviésemos incubando una democracia a la fuerza. O de nuestras propias casas, por aquello del ojo por ojo.
- Ahora que saca usted lo del
hace 12 horas 5 mins - Pues eso nos lo pueden decir
hace 13 horas 2 mins - Pues no te creas.Todavía
hace 2 días 3 horas - Entiende lo que quieras, es
hace 2 días 5 horas - Yo sabía que los
hace 2 días 5 horas - A que tema te refieres? Al
hace 2 días 12 horas - Ni mejor ni peor. Y tú
hace 2 días 12 horas - Que aburricion, que la gente
hace 2 días 17 horas - Seguid estirando ese tema
hace 2 días 23 horas - Ni mejor ni peor. Y tú,
hace 3 días 2 horas
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