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Crónicas hispano-cubanas: "No me olvides, Bobadilla"
En la esquina de un restaurante art decó de la Calle 8 de Miami estaba el cartel. “Son cosas de un loco”, me dijo el camarero en un español con acento de ninguna parte. Pero español. Esa es una de las ventajas de la Florida, el país de habla hispana más próximo a la capital de los Estados Unidos. El loco, según el camarero, se hace llamar Hernando de Soto y dice ser la primera autoridad de la Península en esta otra península. El cartel decía: “Te amo, Inés. No me olvides, Bobadilla”. Tal vez fuera un truco de márquetin, porque aquel tío se conocía la historia como si él fuera parte de ella. En tanto, repartía cerveza en la terraza y los turistas se concentraban para escuchar su adulterada narración de una narración muy vieja y adulterada desde el principio.
Inés de Bobadilla fue real. Las Bobadilla estuvieron muy de moda entre los siglos XV y XVI. La original fue Doña Isabel, hija de Francisco de Bobadilla, conquistador de Granada y comendador de Calatrava. Era, por tanto, sobrina de doña Beatriz Fernández de Bobadilla, marquesa de Moya y Peñalosa, protectora de Cristóbal Colón, camarera y gran amiga de Isabel la Católica, mujer influyente como ninguna, a tal extremo que en aquellos tiempos corría de boca en boca un refrán que decía: «Después de la reina de Castilla, la Bobadilla». Isabel se casó con Pedro Árias Dávila (Pedrarias), quien llegaría a ser Gobernador de Castilla del Oro, la región centroamericana de las nuevas tierras descubiertas y a ser conocido, por su excesiva crueldad, como Furor Domini, la Ira de Dios; sobre todo por su mala costumbre de decapitar a sus propios compañeros.
El furibundo Pedrarias, tenía como mano derecha al extremeño Hernando de Soto y estuvo muy de acuerdo en casar a una de sus hijas, Inés, con su compi de aventuras. Las malas lenguas decían que cuando Pedrarias se antojaba de una cabeza era Hernando quien le complacía.
Así en 1537, la última de las Bobadilla famosas, Inés, se casó con Hernando de Soto, emparentado con una familia grande por carambola. Un año después, en 1538 es designado Gobernador de Cuba. Bajo su mando, se iniciaron las obras del Castillo de la Real Fuerza, en las márgenes de puerto, que fue la primera fortaleza de Cuba. Pero Hernando no estuvo presente cuando éstas concluyeron en 1540, pues entonces ya llevaba más de un año conquistando la Florida y todo el territorio norteamericano que pudo hasta ser sorprendido por la muerte junto al río Mississippi.
En aquellos tres años de conquista, Hernando de Soto no tuvo vacaciones y dejó, al resguardo de La Fuerza, a su amada Inés de Bobadilla, Gobernadora por sustitución reglamentaria. Cuentan la viejas crónicas, que la Bobadilla subía todos los días a la torre del castillo con la esperanza de ver la flota de su querido Hernando de regreso de aquella misión imposible. Y cuentan también --las malas lenguas— que Doña Inés más bien quería estar segura de que su señor esposo seguía muy ocupado del otro lado del Canal de la Florida. Unos, dicen que por aquello de que ser Gobernadora se le subió a la cabeza y, otros, porque era una mujer de pasiones que había perdido la cabeza, como las víctimas de su padre, llevando al lecho de Hernando de Soto a cuanto mozo le pareciera digno de su rango y sus caprichos. Pero su feliz desdicha terminó en 1543, cuando murió después de conocer que su extremeño no regresaría y que ella tendría que entregar la vara de mando, como el alcalde de Béjar a los Paporros.
Andando el tiempo, llegaron los piratas franceses y destruyeron el Castillo de la Real Fuerza, se construyó otro mucho más sólido (que aún siguen en su lugar) y el Rey envió otros gobernadores, pero la imagen de la Bobadilla permaneció como un fantasma sobre la torre de La Fuerza, hasta que un día a un artista se le ocurrió pensar que La Habana debía tener una Giralda como la de Sevilla en honor a la Inés. Y se fundió una similar, que coronó con su veleta la cúpula de la torre de La Fuerza: la Giraldilla, que el viento volteaba a su gusto, para que ella mirara lo mismo al norte, por donde debió llegar don Hernando de Soto, como al sur, por donde entraban los buenos mozos de La Habana al cuarto de la Gobernadora.
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Qué alegría y qué placer, amigo Reynaldo el leerte y además desde tan lejos
Entro en la revista y veo tu crónica, escrita, enviada y publicada desde la mismísma Miami
Desde luego Internet es el mejor invento de la humanidad en años!!!
Un abrazo y mucha suerte
Esto como decía el invitado anterior, es el mejor invento en años.
Me complace leer tus artículos, como siempre bien documentados. Saludos, A. Sobral.
... Y yo que navegaba suspendida en el tiempo y la distancia, a través de unos mares modernos, inmensos y profundos que hoy llamamos internet, encuentro esta bella historia que por coincidencias o a saber qué, me pertenece.
Desde Barcelona te saluda una habanera llamada Inés Bobadilla.
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