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¡Biba Belén!
Hay que cantarle unos oé oé oé de Champions League y hacer olas en el sofá ante la tele. Esa señora que nos mata cada vez que abre la boca para hacer gala de lo que no se hace gala, bien vale su peso en oro. La televisora que ha lanzado esa “estrella” al agujero negro de una audiencia domesticada por la frivolidad y la tontería por la tontería, ha encontrado un Potosí.
Si tuviera que volver a hacer mi tesis de grado no vacilaría: la Esteban, la “Princesa del Pueblo”, sería el argumento con que convertiría en carne picada un tema que no es tan elemental como ella, ni tan inofensivo como su grito de guerra homicida: el poder de los medios.
No valdría Belén para demostrar que existe un cuarto poder, que es verdad de Perogrullo, sino para hacer evidente que existe el poder de La Fuerza, dirigido desde un punto muy, pero muy lejano de la galaxia, capaz de hacer de la realidad una ficción y viceversa; de decirnos estúpidos a la cara y nosotros, simples terrícolas con TDT, darle las gracias.
Miremos solamente el más reciente caso. ¿No es digno de un Expediente X lograr que la gente vote masivamente en un concurso de baile por la persona que peor baila? ¿Es acaso muestra de una destreza sobrenatural creadora de espejismos? Ese es el poder de La Fuerza.
No obstante, la Esteban y otros protagonistas como ella, vienen siendo como la capa exterior de un blindaje a prueba de rayos láser. Lo verdaderamente importante de esa capacidad manipuladora, incentivada por motivos económicos, es que también es un arma de control mental de la sociedad.
Con los mismos recursos que se crea una Esteban se crean los malos y los buenos, los valiosos y los tarados de la política y de los mecanismos de dirección de la sociedad; los aceptables y los repudiables, los que sí que valen y los que no valen nada.
A fin de cuentas, si ellos quieren nosotros también querremos. Si La Fuerza lo desea, o lo necesita, responderemos: ¡Que Biba Belén! Y haremos olas en el sofá de casa mientras el mundo se nos cae encima con el encanto que siempre se desploma sobre las cabezas de los tontos.
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No sé donde vamos a llegar
la culpa la tiene la gente que ve esos programas si no los vieran no pasaria esto y toda esa panda de vagos de los programas del corazon vivirian de trabajar como todo hijo de vecino pero en fin asi va españa que en vez de preocuparnos de levantar el pais no preocupa mas la vida de estos especimenes
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