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7 El modo de vida americano según Hopper
Cuando nos situamos frente a los lienzos del pintor estadounidense Edward Hopper (Nyack, 1882-Nueva York, 1967) tenemos la impresión de ser intrusos, voyeurs de las vidas privadas de otros seres que ignoran que les estamos mirando. En nuestra condición de mirones adquirimos el derecho a ser jueces de lo que allí sucede, con la salvedad de que lo que se presenta ante nuestros ojos es a veces demasiado escaso para reconstruir la historia de manera literal, siendo mucho, en cambio, lo que se nos oculta y sugiere al mismo tiempo. El espectador se transforma entonces, pasando previamente por los papeles de voyeur y de juez, en un guionista de película o en un novelista capaz de construir un relato simplemente con los mimbres de una sola imagen.
Y es que el cine le debe mucho a Hopper y al contrario. Como en toda relación recíproca a veces no se sabe dónde está la línea que separa el límite de las influencias y así no es de extrañar saber que al pintor le entusiasmaban las películas de cine negro o que Hitchcock se inspiró en muchos de los lienzos de éste para recrear ambientes, efectos de luz o encuadres. Por otro lado, Hopper, a pesar de viajar a París, nunca se sintió atraído por las vanguardias del momento, ni siquiera las protagonizadas por sus compatriotas (como Pollock) imbuidos en pleno frenesí abstracto. Él, a contracorriente, avanzó siguiendo su propio camino, sin dejar atrás lo figurativo, intentando desentrañar el modo de vida americano y la soledad de los seres insertos en el complicado engranaje del sistema capitalista. Así no duda en mostrarnos la cara oculta del american way of life, de ese ansiado espejo en el que el mundo se miraba en el periodo de entreguerras o en los años 50, repleto de personajes solitarios, sin pasado, presente ni futuro, pero tan reales que son atemporales. Nos vemos reflejados en ellas, pequeñas hormigas en un mundo gigante de altos rascacielos y calles desiertas, porque al fin y al cabo el nuestro sigue siendo prácticamente el mismo.
Cual James Stewart en La ventana indiscreta nos preparamos para penetrar en el mundo oculto tras las ventanas del edificio de enfrente. Casi nunca escuchamos lo que allí se dice, lo que las bocas pronuncian, pero, lo que se deja entrever tras el hueco abierto, es suficiente para que la mente complete la historia. Quizás no sea una casa lo que miremos, sino simplemente la calle o el bar de la esquina, el paisaje urbano recortado en el marco de nuestra propia ventana o del coche. En todo caso los personajes que pululan por ellas son solitarios, encierran en sí un mundo triste y melancólico del que no pueden salir fácilmente. La escena es mortalmente silenciosa y la luz que incide sobre los objetos es descarnada, artificial, cruda, como si un potente foco iluminase sin piedad la actividad cotidiana haciéndola diferente. Sí, los protagonistas de las obras de Hopper a veces no son los seres humanos, sino la luz y el silencio, antítesis precisamente de las grandes ciudades escenarios, las más de las veces, de sus historias paradas en el tiempo. Los pequeños mundos de Hopper recuerdan películas como Cayo Largo, Casablanca, El Halcón Maltés o Matar a un ruiseñor e, indefectiblemente, a buena parte de la filmografía de Hitchcok, quien siguió casi al pie de la letra el lienzo Casa junto a las vías del tren para recrear el tétrico hotel regentado por Norman Bates en Psicosis.
La pintura, en este caso, influye sobre el cine y éste, a su vez, es el hermano mayor de la fotografía. Cuando nace la instantánea el único modelo a seguir es la pintura, tanto en la forma de captar la luz como la perspectiva y el corte de la escena, y en esta relación comenzarán a surgir influencias recíprocas (sólo hay que observar el recorte fotográfico y la captación de la realidad en la obra de Degas) que se dejarán sentir a su vez en la fotografía en movimiento. Desde las escenas clásicas, pasando por la pintura holandesa o el tenebrismo, muchas películas en los primeros pasos del cine siguieron la estela de los grandes maestros del arte. Lo mismo ocurrió con Hopper, pero de manera contemporánea y retratando la sociedad que le tocaba vivir. Y así, a pesar del paso del tiempo, los lienzos de Hopper nos siguen desvelando caras ocultas de la sociedad occidental y de nosotros mismos. Seguimos siendo seres sin pasado, sin Historia ni raíces en esa sociedad materialista que nos trata como simples números, piezas intercambiables de la enorme maquinaria de los países desarrollados. Ahora, más que nunca en esta despiadada crisis, los lienzos de Hopper captan la esencia de nuestro mundo. ¿Seremos capaces de aguantar su crítica delante de ellos?
Museo Thyssen- Bornemisza
Exposición Hopper
12 de Junio a 16 de septiembre de 2012
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Ví la exposición, me pareció genial. Algunas obras que adjunta Carmen en las fotografías no están, lástima, pero están obras de sus maestros y el desarrollo pictórico de Hopper desde sus inicios. También hay alguna de pintores que influyeron en él, Degas por ejemplo.
Merece la pena verlo si os pasáis por los Mandriles y si sois parados con más razón porque la entrada a los museos es gratis (por lo menos hay que aprovechar entre currícullum y currícullum a despejarse un poco viendo a los grandes de la pintura, yo por lo menos lo estoy aprovechando).
Tienes razón en ese punto que comentas de que todas las obras que pongo aquí de Hopper no están en la exposición, pero venían al pelo para explicar su influencia en el cine. De esta forma os incito a que paseis por Madrid a ver la exposición. De momento parte de la cultura, al menos en cuanto a los monumentos estatales y algunas exposiciones, les sale gratis a los parados. Veremos hasta cuándo.
Saludos
Carmen C.
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